Si nos ubicamos en el tiempo ya pasado, para observar y comparar objetivamente el actual sistema publicitario, podremos llegar fácilmente a comprender, la transparencia racionalidad, sensatez y respeto de los argumentos esgrimidos en los anuncios comerciales del hombre de negocio de la vieja escuela. Nos referimos a esos hombres que conocían y respetaban realmente a sus clientes; al igual que una respetable mayoría en nuestro medio regional.
En nuestro tiempo actual, la publicidad es totalmente distinta, (avasalla y hasta frustra). De partida no busca llegar a la razón del consumidor, sino explotar la emoción de éste, intentando hipnotizarlo para influir por la vía emocional en su conducta, hasta someterlo, anulando también su punto de vista intelectual… (La masa no piensa; la masa es ciega, el pueblo no tiene paladar; dice el refranero).
Este moderno estilo publicitario influye en la conducta del futuro cliente haciendo uso de todos los medios disponibles como la incesante y hasta la torturante repetición de la misma formula, (¡llame ya!); el rostro de alguien conocido; ese modelo de gran apariencia física; la sonrisa perfecta; el terror si es necesario; el misterio; el peligro de una enfermedad inexistente pero, inventada ex profeso; la felicidad; la fantasía; lo fácil; el sexo…, hasta la fe, todo, para lograr el objetivo “vender a como de a lugar no importando como”, aunque haya que anular la capacidad crítica del consumidor esgrimiendo argumentos irracionales que tantas veces no tienen relación con la calidad del producto ofrecido, y al igual que una droga lograr desviar la capacidad crítica de los consumidores débiles ( que son una gran mayoría por falta de cultura) aumentando ese sentimiento de pequeñez frente a la importancia de ese producto, por lo general foráneo. (Todo lo foráneo es mejor que lo nuestro, de cuanto más lejos es mejor; nos lo han dicho por generaciones y generaciones…, hasta convencernos que la autocolonización es “cool”).
Si lo vemos desde una arista lógica, este torturante sistema emplea métodos de embotamiento que atentan contra uno de los fundamentales derechos humanos: la libertad de pensamiento. Y, quiérase o no, atenta contra el frágil sistema democrático. Este sistema es el mismo que adopta el sistema político para esconder sus reales intereses, adulando a los consumidores (electores) haciéndoles parecer importantes y mintiéndoles al lograr hacerles creer que se están dirigiendo respetuosamente a su capacidad de juicio. Con este método, disimulan las sospechas que pudieran florecer en la conciencia de los incautos ayudándoles a entrar voluntariamente en la trampa convencidos que han pensado libremente.
Este sistema, (aunque lo nieguen), impide el desarrollo de opiniones divergentes entorpeciendo con sutilezas la formación de asociaciones de defensa de consumidores, por ejemplo en defensa de las irregularidades de los servicios telefónicos, de la usura en los intereses en los préstamos de consumo… Y, en política, tiene el mismo resultado tendiente a aumentar ese sentimiento de dependencia, ya que con la violencia de sus “máquinas” emplean hasta la fuerza del desprestigio que en muchos casos entorpecen, quiebran, apagan el surgimiento de nuevas ideas y, o nuevos productos. Siempre, pero siempre: izando la bandera de la libertad, la democracia, la transparencia. Pero, poco y nada se considera que gran parte del desorden social se debe al abuso del técnico estímulo de las mentiras mediáticas. Mentiras modernas, que de piadosas, ya no tienen nada.
Este problema, por su naturaleza, muy complicado, y se vuelve aún más inextricable si se considera la intervención de los grandes recursos en los que se parapeta el sistema. Además, con esos aportes, les es posible iluminar y decorar los más oscuros intereses.
Este es el mismo sistema que aplican las poderosas transnacionales a las sociedades débiles hasta convertirlas en masas permeables y blandas. Estas sociedades blandas, jamás tienen la iniciativa ni la fuerza, ni el interés de hacer campañas reales para que la masa indefensa aprenda a pensar, todas las campañas que organizan los dirigentes de esas sociedades blandas, tienden a crear y cubrir con apariencias lo que no sienten en el alma y que solamente ven desde el ángulo de su “responsabilidad” politiquera y servil.
Una sociedad que ha sido bombardeada por más de una generación con este sistema necesita de gobernantes muy honestos para lograr desintoxicar a la masa y obtener resultados realmente positivos. Sin honestidad, todo, es nada más que espigas vacías; (paja).
¿Cuándo en nuestra sociedad hemos participado o escuchado sobre una verdadera campaña a nivel nacional o regional que haya tendido a sensibilizar a la ciudadanía en objetivo de bien común, con la misma fuerza que históricamente se ha usado para mendigar la solidaridad? Son tantas las campañas (y los trípticos) que más que siempre dejan esa sensación de que hay cartas escondidas bajo esas anchas mangas. (¿Quién no recuerda la campaña esa, que pedía la donación de las sortijas de oro, para ayudar a la reconstrucción nacional? Y hoy, todo es globalización, y colesterol…, entre otras, como: Cuando beba pase la llave, pero beba con moderación; (pero no deje de beber)… Si se enferma los jueves pague un 20% menos por el remedio. O, ensuciarse hace bien, etc.
No es la idea generar desprestigio al rol de la publicidad, (VIVIMOS DE ELLA), por el contrario, considere esta retórica como una crítica severa a quienes tienen conductas erradas con la ética profesional.
Si no actuamos con honestidad, querámoslo o no, Göebbels nos seguirá penando, “miente, miente, que algo siempre queda”.
De ahí que el ciudadano magallánico conciente de su responsabilidad y lealtad para con el buen futuro de la región y por amor a su familia, tiene el deber de estar atento e instruirse, para no dejarse arrastrar entre esta maraña, tan destructora del futuro de los pueblos.
TODO POR LA AUTONOMÍA ECONÓMICA Y POLÍTICA DE MAGALLANES
Antonio S. Deza González, Director