Tanto es lo que se ha hablado, se habla y se seguirá hablando de los pobres, y tantas son los buenos deseos que sólo se quedan en eso, y se suman a las campañas que se hacen para reducir el flagelo, pero pareciera que este mal no tiene solución.
El Nazareno, dejó el tema en carpeta…, pero muchos seguidores vieron y han visto históricamente en el problema, un excelente negocio…, la administración de la pobreza.
Cabe hacerse la pregunta ¿por qué? Como se haga esta pregunta, siempre se ha escuchado una sola y dolorosa respuesta, las causas de la pobreza son fundamentalmente el egoísmo, la avaricia, la soberbia, la inconciencia social; (unida a la pobreza normalmente en esa ruta le acompaña la ignorancia…, y sus parientes.)
Una vez más trataremos de infiltrar en la conciencia social la idea del Impuesto a la Conciencia. No es posible que habiendo en nuestra sociedad ciudadanos que poseen tantos recursos económicos, existan tantos ciudadanos que no tienen nada…, ni siquiera la esperanza. O esas mezquinas esperanzas condicionadas
Es cierto que el sistema político promueve estrategias tendientes a reducir la “suma” de pobres, es cierto que el discurso parece ser bien intencionado, pero la pobreza avanza más rápidamente.
Tanto es lo que se habla de emprendedores de, pimes, minipimes, colectas, rifas y bingos.
Todo, y no es exagerar, lo relacionado con pobreza afirma la solución en la caridad y limosna, ya cristiana, ya política criolla o la casi siempre “intencionada” política internacional…, (no olvides que los países poderosos no dan si tú no les regalas), en esos horizontes, muy a lo lejos se siente la palabra dignidad, más como eco de buena crianza.
Mientras tanto la pobreza avanza.
Todos los intentos pueden francamente (respetando las buenas intenciones) compararse a un terrón de azúcar en el mar. Sin dejar de reconocer respetuosamente el fino eje en el que giran los buenos intentos y desvelos.
Léase esto como si fuese un acto de sana locura.
La pregunta en sí, ¿es un acto de locura?: será posible organizar un sistema que promueva en conciencia la adquisición de la responsabilidad ciudadana de pagar un impuesto a la conciencia en sí…, por la razón de ser. Pero, que dicha recaudación no implique pagar intereses o abusos en la rebaja de impuestos a los recaudadores y, con la honesta certeza de que los fondos no se escurrirán por otras veredas.
¿Cuánto sumaría si cada uno de nosotros los chilenos aportásemos mensualmente el equivalente a $ 500 teniendo en cuenta que una cerveza vale $ 1000, los cigarrillos valen $ 1.600, y que en los escaparates exhiben vinos de $ 54.000 la botella; $500 por cada sueldo mínimo percibido, por cada sueldo mínimo que se pague y también, en equivalente de acuerdo a nuestras utilidades? Realmente, no es nada, cuando se escuchan esas danzas ebrias de millones de pesos haciendo rondas al rededor de la miseria.
Un impuesto a la conciencia, sin farándula, sin figurines, sin maquiavelismos políticos, o sea, en conciencia destinar esos recursos para reducir drásticamente los problemas que producen la lacra, y distribuirlos una vez por mes en cada región, para atacar puntualmente el problema con dignidad y miras al futuro. Supongamos que 5 millones de compatriotas nos ponemos de acuerdo para pagar ese impuesto a la conciencia; cada región recibiría 2.500 millones extras cada 13 meses, para combatir la pobreza, y si el compromiso lo hacemos a 10 años…, piense usted, cuanta paz estaríamos adquiriendo.
Vea usted esta locura-proyecto, administrado por “Hombres Buenos” integrando un consejo representado por todas las iglesias, (todas), representantes de los trabajadores, la Contraloría y Tesorería de la República, CORFO, los partidos políticos, los empresarios y representantes de medios de comunicación, en fin, un congreso juramentado que dé garantías ciertas, que sean capaces de mostrar balances a la vista.
¿Cuánta miseria se solucionarían en el mundo si existiera un real impuesto a la Conciencia? Los impuestos tradicionales no lo han logrado, y visto esto con ojos políticos podríamos repetir que la pobreza es hasta un buen negocio para muchos.
Dígame usted buen lector, a cuantos políticos que perciben millones de dieta, dineros esos, ordeñados de los recursos fiscales, les ha escuchado Ud. que se han desprendido de un aporte recortado de sus dietas, para solucionar problemas…, pregunte usted al excelentísimo presidente de la república, “y a los otros”, cuántas mediaguas donaron para el terremoto. Todo lo que se da es producto de impuestos fiscales, pero no olvidemos que el pan que compra el limosnero también paga IVA, al igual que el que compra una Biblia.
El Sr. Farkas, hasta hoy, y se podría decir el único que se ha visto y comprobado que dona de lo suyo propio. Por supuesto, hay también quienes dan en silencio, pero parecieran ser muy pocos.
Deténgase mire hacia Haití y algunos pueblos de África…, deténgase y mire a los ojos de los poderosos del mundo. Escúcheles atentamente sus discursos sobre la pobreza… ¿?
Bueno sería como ejemplo al mundo, empezar pagando el impuesto a la conciencia, en nuestra casa magallánica.
TODO POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE MAGALLANES
Antonio S. Deza González, Director