De tanto haber vivido, más de algo se ha visto y aunque no se haya deseado, alguna reflexión sobre estos temas a más de alguien le habrá quitado el sueño. Es así como al contemplar y analizar las situaciones que actualmente nos rodean y al hacer el intento de compararlas con lo ya vivido en los años setenta recién pasados; (considerando que este período es el que nos pesa hoy como piedra de molino atada al alma nacional), es que podemos decir en consecuencia: que desde el ángulo de las mil y una verdades y las mil y una mentiras se puede comprobar que lagunas coincidencias invertidas, calzan entre ellas tan exactamente que no dejan pasar luz, al igual que en esos tiempos cuando la marea gris atraída por el magnetismo de aquella negra luna llena invadía e inundaba muestras vidas y aquella camanchaca espesa y baja, arrastrada por esos mezquinos vientos del norte, camuflaba el horizonte hasta privarnos del sagrado derecho a vernos y reconocernos libremente cono hermanos…
Con gran esfuerzo político-económico se nacionalizó el cobre: hoy, para la gran masa, eso, ya no tiene importancia, les importa “un cobre”, que sea de quien sea y para algunos, si no lo han vuelto a vender todo, es porque aquel dinero financia el sustento de la gran mayoría de ellos. Los pobres, tienes que inventar día a día su pan, así fue, es y será siempre, y con lo que pagan de impuestos por su comida, alimentan talofitas.
No ha sido esa la suerte de nuestra industria telefónica, que en esos años también fue rescatada, y hoy, vuelta a vender a quienes aún no se bajan del caballo y con el hierro desenfundado en la mano derecha, extraen sin vergüenza los subdesarrollados dineros, acomodando tarifas a sus apetitos, amparados por políticos corruptos…, todo calza. La consecuencia grave, es que connacionales se han contagiado de esta gula, y al postre, le llaman cargo fijo.
¡Dios nuestro!, ¿hay alguien en este pobre país que tenga la claridad suficiente para explicar a las victimas del cómo se han puesto todas esas trampas que han sido inadvertidas por los coladores administrativos?, o ¿no hay alguien capaz que pueda llevar control con el mismo celo que corretean a los vendedores callejeros, y con la estrictez que clausuran boliches de barrio…? ¿Dónde se diluye esa drasticidad que sanciona al humilde? Tema conexo, es de los pasajes aéreos.
En esos años sesenta, cuando las provisiones desaparecieron de las repisas, todos culpamos al gobierno, y algunos no sólo le apuntaron con el dedo…; con el tiempo se ha ido comprobando que la poderosa intromisión foránea metió su cucharón sucio y le puso vinagre a la sopa. Dolorosamente hemos comprobado cuan grande ha sido nuestra ingenuidad, (léase estupidez). De toda esa inmensa cantidad de millones de dólares invertidos en el maquiavélico objetivo, su totalidad fue a parar a distinguidos disciplinados bolsillos…, que juraron y re’juraron que la patria era sagrada para ellos, y algunos de esos aún creen que la gran farsa es dirigible por la masa ingenua: y hoy, exigen transparencia. De los dólares y las joyas, la cutufa, la tijera y la bicicleta, no se habla. Realmente, detenerse a observar, leer, meditar y comparar episodios de nuestra historia vivida, lo que menos se siente es vergüenza… Y así, las situaciones van calzando… Por arte de magia, las repisas se llenaron de alimentos, sin que haya atracado ni un solo buque; los precios ya no eran los mismos. Lo que ayer fuera estrategia del desabastecimiento…, hoy, ese lugar lo ocupa la tragedia de la cesantía.
Cuando la situación no es conveniente a esos intereses, es simple: arman una crisis, se llevan el dinero, y punto. (No se interprete la observación, como una mala intención). Pero, ¿quién puede decir que la cesantía no es la estrategia actual para doblegar y rendir esta esperanza democrática?, y que algunos no han recibido ya su parte a cambio de los silencios. ¿Calza?, antes ya ocurrió. (De repente todos sonríen, todos están hablando de reactivar… ¿milagro?).
Desde hace unos años, regla sine qua non del buen negocio ha sido vender los vienes del Estado. Es la economía moderna y debe hacerse no importa como: y ellos…, compraron. Antes de eso, el negocio fue nacionalizar a toda costa: en el aire flota la sensación de que siempre hemos perdido como nación. ¿Terminaremos pagando tributo para vivir en esta tierra? En el negocio de vender lo robado, el producto jamás alcanza su precio real, es ahí cuando el usurero pesca sin anzuelo.
¿Alguien habrá medido el diámetro y sopesado la incertidumbre que producen esos tratados de libre comercio con aquellos que siempre han tenido el cucharón en la mano para revolvernos la sopa? En eso, nuestro sartén nunca ha tenido mango.
Y así, adaptándose a los tiempos se han acomodado los negocios de la salud, de la educación, de los cementerios, de los cargos fijos, de las indemnizaciones, de la contaminación, de la energía, del compartir en almuerzos y cenas esos dinerillos sobrantes, de adquirir melocotones, de la construcción fuera de norma para los pobres, de la compra de tierras mapuches, de los mirage, de los F16, y de los submarinos; negocios todos, que al final terminan siendo ajustados a derecho.
Otros, gritan a los cuatro vientos exigiendo la honestidad que no tuvieron, rasgando vestiduras de papel y maquillándose para jugar al bueno: EL ESTADO NO DEBE SER DUEÑO DE NADA, PERO DEBE SER RESPONSABLE DE TODO… ¿Incluso de las hojas que se mueven?
¿Quién es el Estado?
¿La globalización es el lobo en piel de oveja que se alimentará de lo que queda de la dignidad de los pobres?
El Fortín del Estrecho, seguirá en el intento…, hasta cuando Dios lo quiera. Gracias a quienes permitieron con su apoyo la aparición de este número.
El próximo, es otra batalla, por la misma colina.
TODO POR LA AUTONOMIA POLITICO-ECONÓMICA DE MAGALLANES.

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho