Que un joven tenista en la cúspide de su ego enchapado de orgullos desmedidos se haya negado a ser abanderado en las olimpiadas, ha sido un hecho muy criticado en todos los niveles del chauvinismo criollo. Resulta duro decirlo así, pero al hacer un alto en este tráfago diario, para intentar pensar con profundidad en el asunto, llegamos por varias vías a tristes conclusiones frente a la incorrecta utilización que comúnmente se hace del Pabellón Nacional, la actitud del tenista no es más ni menos que el fruto de los malos ejemplos que a cada instante de nuestra subdesarrollada existencia recibimos de los grandes responsables, y que van sobrecargando de negativismos el alma de la ciudadanía.
Vea usted, los jóvenes que rayan las paredes y monumentos intentando descubrir la senda de su identidad, también son criticados (con justa razón); pero al mismo tiempo analice y encontrará la fuente de esta incultura, (no en las cavernas), sino durante las incivilizadas luchas electorales.
Navegando en el tiempo recordamos el caso de la venta de Emos, Chiapas, Codelco, la Cutufa, la Bicicleta, la Tijera, los Pino-cheques, el Melocotón, los indultos brujos, el caso Ratán, la carne uruguaya, Esval, los mirage, las jubilaciones millonarias, el aporte de la Cia (ya en el escrito de Eduardo Galeano denuncia en su libro las Venas Abiertas de América Latina, que los dólares no fueron por miles sino millones). ¿Aportes?, ¿qué pasó con las joyas que canjearon por anillos de cobre?
Los apetitos político-económicos, suelen sobrepasar mucho más allá de esos límites (¿tolerables?), hasta el pisoteo de los valores-patrios por aquellos (que también son muchos), y que no sólo tienen el deber…, llegando así a esa irrazonabilidad que desintegra en el pueblo el bastón de la fe, la voluntad, la unidad, la alegría, la capacidad de soñar; y por ahí, se escapan todos los respetos. («Malos» ejemplos tenemos a la vista): y, no es para bien que la dolarización avanza; y con ella, se esfumarán tantas esperanzas: Pese a todo, Magallanes debe estar en nuestro corazón en primer lugar después de Dios. Todo por la Autonomía.
Los pueblos dignos: no dejan que otros metan manos en su bandera, ni en su fe.
Antonio S. Deza González, Director