Muchos son aquellos que estiman, y con muy buen criterio, que el exceso de violencia y esa acides mal intencionada en medios como la televisión en general, se ha convertido en una lacra, eximiendo por supuesto nuestros canales regionales que con gran esfuerzo intentan ejercer su papel con respeto,
El sistema a nivel nacional tiene una programación liviana, grosera y con estudiada mala intención, explotando esa vulgaridad que les mantiene a gran distancia de lo que indica la ética en lo referente del primordial objetivo profesional de informar, entretener y educar, salvo en algunas excepciones que más parecen un saludo a la bandera, así, como para calmar la fiera. A estas alturas, frente al daño ya causado, el tema pareciera no tener importancia ni remedio, pero ese daño que siguen causando se nota en la convivencia diaria. En realidad es molesto comprobar con qué facilidad se ha llegado a considerar la ofensa, el comentario desvergonzado y la vulgaridad, como medio de subsistencia, hasta intentar convencer justificando; “eso”, es la libertad de expresión y que por tanto debemos aceptarle como cultura impuesta.
¿Acaso no es práctica diaria que un periodista entremezcle en la noticia un anuncio publicitario sin intercalar un cambio de tono o una advertencia que eso es publicidad? Y lo que detiene la respiración es cuando se jactan de ser los únicos que tienen la exclusividad de un notición y muestran y alardean cuando en un colegio han filmado una escena de sexo oral entre muchachos y dan hasta el correo y la página para que quién escuche pueda “disfrutar” en privado de esas escenas. En resumen, la crueldad la violencia y la desgracia humana “vende”. Dicho y hecho en la forma que lo hacen, digan lo que digan los detractores, es una falta grave a la ética. Pero se hace, y se seguirá haciendo a vista y paciencia del Colegio de Periodistas de Chile y de los entes reguladores.
No es la intención pacata que nos lleva al presente comentario, ni postura hipócrita, motivar la prohibición de esas bajezas, tienen la excusa de la globalización. Tienen todo el derecho a ser ordinarios; por tanto, todo el derecho a publicarlas, pero no intenten hacernos creer, ni nos obliguen a aceptar que “eso” es arte, cultura e información.
Nadie puede negar que la televisión tiene directa influencia en la formación de conductas y que es “coformadora” cultural de hábitos en las personas, de ahí salen palabras que muchos hacen suyas, lamentablemente las malas palabras son muchas, las imágenes y textos ya no quedan a la imaginación, son las heces mismas y en colores. Vivimos en un Estado en que el abuso comunicacional nos desbordó, es un derecho no tener respeto, es un derecho publicitar la violencia, es cultura y libertad promover la pornografía en forma encubierta y explicita. Y luego el mismo nefasto sistema se pregunta ¿por qué tanta violencia juvenil? ¿Qué pasa con la juventud? ¿Qué haremos con la delincuencia? Poco se dice sobre lo que esa violencia derramada sin control por la televisión ha hecho y que lamentablemente ha generado una inmunidad social frente al dolor, frente al horror de la violencia, de los abusos, hasta aceptárseles paulatinamente como un modo normal de resolver los problemas. Los niños son los más afectados, y más aún aquellos niños que tienen problemas emocionales ya de medio ambiente, ya de irregulares situaciones familiares.
No se sabe si todos los televidentes se habrán percatado que los avisos televisivos en su gran mayoría tienen relación con toallas higiénicas…, las bondades del alcohol…, y los desodorantes… Bueno, cuando hay mal olor, ya no se usa lavarse, basta un desodorante de esos con bolas.
Y tenemos un Consejo Nacional de Televisión integrado por personas probas…, tenemos un Ministerio de Cultura…, tenemos todo y nada más que lo que merecemos…, Y pagamos mes a mes, en dinero al contado por sus servicios.
Cuidemos el alma y la mente de los niños magallánicos, protéjalos de la RED, ellos son el presente y el futuro de esta tierra nuestra.
TODO POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE MAGALLANES.

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho