La Revolución Neolítica, la aparición y el desarrollo de la agricultura,  (7000-10000 a.C.) dio inicio a la civilización. El asentamiento en grupos estables y la construcción de aldeas trajo como consecuencia un gran cambio en la producción de alimentos. El antiguo nómada cazador-recolector, se hace cada vez más sedentario, los largos traslados en busca de un animal para cazarlo comienza a ser reemplazado por el trabajo estable en una porción de tierra   que le sirve para labranza o en un sector más amplio de terreno que lo conducirá al pastoreo y luego a la ganadería.

Los recursos aportados por la caza y la recolección se hacen insuficientes, la población comienza a aumentar progresivamente. Para asegurar reserva de alimento el hombre comienza a  agrupar los animales salvajes y los domestica. La selección de animales es un proceso lento que comienza con la oveja (9.500 años antes de Cristo) y que continua con la cabra (8.500 años antes de Cristo), el cerdo (8.000 años antes de Cristo), el buey (7.500 años antes de Cristo), la llama en América (4.500 años antes de Cristo) y el caballo (3.000 años antes de Cristo).  

La actividad ganadera traerá al ser humano la garantía de la carne, pero también problemas de salud  asociados a la convivencia con los animales domesticados, la cual favoreció el paso de parásitos hacia los humanos produciendo, entre otros inconvenientes, brucelosis, enfermedad que se contrae por el contacto con ovinos, porcinos y caprinos. Este padecimiento causa en cada persona infectada: gripe,  fiebre alta,  dolor de cabeza, dolores del cuerpo y debilidad, pérdida de peso,  de  apetito y  fatiga prolongada. Otra enfermedad de la cual el ser humano es víctima por el contacto con los animales es la triquinosis,  causada por comer carne de cerdo en mal estado. El parásito productor de esta enfermedad ingresa en el aparato digestivo del ser humano y se reproduce; sus larvas se introducen en el torrente sanguíneo, y las que no son eliminadas,  forman quistes en los músculos y en diversos tejidos del organismo. Los síntomas de este padecimiento son fiebre alta y continua, ganglios linfáticos hinchados, tos, picazón, inflamación del corazón y de los pulmones.

Caso aparte son los dos animales que le harán compañía a los humanos, el perro, domesticado hace unos 12.000 años y el gato hace 5.000 años. Del primero tenemos el contagio de la rabia o hidrofobia (palabra que significa “miedo al agua”). Este mal es una enfermedad viral mortal.  Se comunica de los canes al ser humano por medio de una mordida y aunque este problema  puede ocurrir a lo largo de cualquier mes del  año,  es mucho más frecuente en verano. Los síntomas se inician luego de 30 a 50 días de la mordedura. Ataca la médula espinal y el cerebro de la víctima, causa fiebre, dolores musculares, vómito, agitación y espasmos dolorosos de los músculos de la garganta que impiden la ingesta de líquidos. Otro inconveniente que surge de la convivencia perro-humano es la hidatidosis, producida por un parásito llamado Echinococcus granulosus, este quiste produce una especia de bolsa llena de líquido donde flotan elementos infectantes. El peligro para el hombre es que estas bolsas aumenten en número y en tamaño y luego se rompan produciendo la muerte en cada individuo enfermo.
Los gatos por su parte podían  trasmitir  toxoplasmosis. Esta es  una etapa en la cual  el gato no era totalmente doméstico y por lo tanto tenía  acceso al exterior de la vivienda o era semi  silvestre, y se  infectaba al comer carne cruda o de algún animal enfermo. La toxoplasmosis puede causar infecciones leves en los adultos puede revestir gravedad cuando afecta a los recién nacidos, ancianos y personas vulnerables por su condición de déficit de inmunidad. Otros problemas que producía este felino es la alergia que se puede manifestar a través de la rinoconjuntivitis, la congestión de la nariz, producida por la inflamación de la membrana mucosa,  el asma crónica del pulmón,  que se caracteriza por tos, pecho apretado, falta de aliento y silbido al respirar.  Por último encontramos la “enfermedad del arañazo”, que como su nombre indica es originada por las garras de este animal. Produce inflamación en los ganglios, pérdida de apetito y de peso, dolor de cabeza, dolor de garganta y fatiga.

Para la agricultura el ser humano selecciona semillas salvajes y  elige aquellas  que le entregan un mejor rendimiento. Desforesta el bosque en busca de espacio para sembrar. A menudo utiliza el método de chamicera, quemando bosques y utilizando las cenizas para fertilizar el terreno, el cual una vez abonado, siembra. De esta manera cultiva el trigo y la cebada en el Cercano Oriente (8.000 años antes de Cristo), el maíz en América (5.000 años antes de Cristo), el arroz en Asia (4.500 años antes de Cristo) y el sorgo en África (3.000 años antes de Cristo).

El aumento  de azúcares en la dieta provocó la proliferación de caries, cuyo tratamiento ya está documentado hace 8000 años en Pakistán. Las caries comienzan en el esmalte, el material más resistente del organismo, y se extienden a la dentina, material óseo que se encuentra al interior de los dientes. Cuando avanza de la dentina a la pulpa puede llegar al nervio y causar dolor, inflamación e infección de la sangre.

Hongos con propiedades antibióticas o aguas mineromedicinales extraídas de manantiales naturales fueron algunos de los remedios empleados durante este periodo. La trepanación craneal es sin duda una de las mayores novedades de esta época, si bien aún se duda de extraer tumores malignos o cáncer, los primeros casos ya los encontramos hace 5.000 años, estos problemas solían curarse con sustancias corrosivas. Los tumores no fueron muy frecuentes, sin embargo, la antracosis pulmonar, la inflamación crónica de bronquios y pulmones, sí lo fue,  debido, principalmente al humo de las fogatas. La aspiración del humo por un tiempo prolongado podía convertirse en cáncer de pulmón.

JJ Díaz Paredes, Colegio Francés.

El Fortín del Estrecho