Ya de lleno en zona primaveral con cara de verano, asistimos asombrados a las manifestaciones de la vida en sus expresiones más inverosímiles. A través de los medios de comunicación masivos, durante octubre vimos y compartimos -estupefactos- la odisea de los mineros, hombres que, consciente o inconscientemente, hicieron la ruta del héroe, un rito iniciático masivo sin precedentes en la historia humana.
Uno de los aspectos más increíbles de este proceso fue que mil millones de habitantes de este planeta, según calculan los expertos de los medios audiovisuales, los acompañamos en la nada fácil travesía.
En la húmeda y calurosa cueva de las entrañas de la tierra, ellos se enfrentaron -como sabiamente lo dijo uno de ellos al salir, ante las cámaras- a Dios y a los demonios. Una vez más comprobamos aquello que, mucho más que un concepto, es una realidad para los buscadores de siempre: que como es afuera, es adentro, y viceversa. Fueron ellos quienes se enfrentaron a la incertidumbre, al temor, al hambre, a la sed, al calor, al encierro, a la oscuridad y, más que probable, a la -¿por qué no?- rabia (¿por qué a mí?)…, al desconcierto…, a la vulnerabilidad absoluta, a la posibilidad de morir. Pero cada uno de nosotros, lo sufrió con ellos.
Una vez superada la primera gran prueba, las semanas sin contacto con la superficie, en ese útero gigante de la madre tierra, fueron alimentados por un cordón umbilical que les llevó comida, agua, noticias, aliento, y más que nada, la certeza de que no estaban solos en la no elegida aventura… El mundo entero pasó a ser testigo…
Me atrevo a creer que, a través de esos mil millones de seres que estuvieron pendientes del acontecer cotidiano de la cueva, el mundo entero vivenció este rito iniciático que culminó en una gigantesca ola de alivio, emoción, alegría y júbilo por el tan esperado parto. El cerro fue generoso, el canal de parto se abrió, y uno a uno, fueron renaciendo… Cada uno de nosotros, espectadores atónitos, participó y vivió ese parto hacia la luz del sol…
¿Cómo no asociarlo al proceso de despertar que, como humanidad, hoy vivimos? Cada uno verá su aprendizaje al respecto, pero algo queda más que claro: Somos Uno. Y cada pensamiento, cada emoción, cada movimiento que cada uno de nosotros realiza, de una u otra manera nos afecta a todos. Somos Uno.
Tatiana Vega P., Editora Revista Somos