Hasta que se inventó el dinero constante y sonante, nuestros antepasados se las arreglaban intercambiando productos o muchas veces, robándolos.
Imagen de un barco que naufraga frente a una isla repleta de cocos y otro frente a una isla repleta de sandías. El tiempo pasa y llega un momento en el que los habitantes de ambas islas están cansados de comer siempre cocos o sandías. ¿Por qué no probar otra cosa? Entonces unos náufragos deciden visitar a los otros y cambiar cocos por sandías.
Los economistas piensan que el dinero nació más o menos así en las tribus del neolítico: intercambiaban lo que les sobraba o se apoderaban del patrimonio del vecino. Así comenzó a andar el dinero, pero también lo hizo el botín.
El historiador griego Heródoto atribuye la invención del vil metal a los lidios, pueblo de Asia Menor que lo puso en circulación en el siglo VII a.C. Las excavaciones realizadas en el templo de Artemisa en Efeso, revelan que en el año 640 a.C. existían ya unas monedas de forma almendrada con unas marcas que indicaban su peso y contenido metálico: En tiempos del rey Creso, a mediados del siglo VI a.C., cuando se les agregó una figura, ya estaban los tres elementos esenciales que definen una moneda: Metal, figura y peso.
El emperador Julio César fue uno de los primeros personajes que figuró en el anverso de una de ellas, y precisamente de Roma viene la palabra “dinero” derivada de “denario”. En la Edad Media el dinero evolucionó lentamente. Carlomagno impuso un patrón universal para competir con la expansión del “dinar” árabe, pero fueron los puertos italianos del Renacimiento los que dieron un verdadero empujón al dinero gracias a la banca comercial.
Los españoles fueron los maestros en el arte de la acuñación, hasta el punto de que las onzas, los maravedíes y los doblones despertaban la codicia de los piratas del mundo entero. El imperio español disponía de las minas peruanas de Potosí (de ahí la expresión: “vale un Perú”. La plata del Perú y el oro de México se embarcaban en Cartagena de Indias, pero no llegaban a España, pues las casas reales tenían enormes deudas con la banca alemana o genovesa.

Oro español a cambio de
dólares norteamericanos
Curiosamente, el dólar tiene un origen semi-español. A mediados del siglo XVll, Inglaterra prohibió a sus colonias emitir moneda metálica. Entonces los norteamericanos acuñaron billetes de un dólar que se podían cambiar por oro español. La palabra dólar deriva de taler (“talero”), la unidad de cuenta centroeuropea equivalente al real de a ocho español.
Con el tiempo, los Estados emitieron deuda pública cuando no tenían dinero en efectivo. En general, se pensaba que éste tenía que estar soportado (respaldado) por el oro y la plata. Era el “patrón oro”, que se mantuvo hasta 1971, cuando las monedas fuertes se erigieron como patrones de cambio. En casi todo el mundo, el dólar se ha convertido en moneda de refugio y es aceptada en cualquier parte, mientras que en Europa la más poderosa es el marco alemán.
Desde las monedas acuñadas por los lidios, hasta el presente, ha corrido mucha agua bajo el puente. Ahora ya se habla de dinero plástico –tarjetas de crédito- , dinero electrónico y hasta dinero virtual –Bitcoin-. Hoy se puede comprar por computadora a través de Internet usando un crédito que se visualiza en forma de ícono. Es el último eslabón de una gran cadena que empezó con piezas de metal y valvas de nácar y que culminará con impulsos electrónicos invisibles. ¿Será el fin del dinero? ¿Físico?
Hace mucho tiempo, que el negocio es el negocio, y con este concepto el hombre se sumó al gran negocio de la usura, que supone prestar dinero y recuperarlo con unos altísimos intereses. En su obra el pintor holandés Marinus Reymerswaele, en el siglo XVI representó en su obra “El cambista y su mujer”.

El Fortín del Estrecho