Cuatro generaciones han pasado desde los días que don Manuel Marín, en una carreta tirada por caballos recorría la Patagonia vendiendo de un cuanto había. Su hijo, José Marín Vicuña, probó suerte en el campo, fue taxista, hasta que puso una de las primeras lavanderías de Punta Arenas. Eso le permitió educar a sus tres hijos: José y Mario, hoy ingenieros, y Jaime, arquitecto.
Los Inicios…
Corría el año 1976 cuando estos jóvenes ingenieros –Mario y José- decidieron hacer su primera inversión: con un crédito de treinta y cinco mil dólares otorgado por Sercotec, montaron una pequeña maestranza.
Con mucho más esfuerzo que sofisticación, pasaron de trabajos de maestranza a obras de mayor complejidad, como estanques, gaseoductos y diversas obras de ingeniería sirviendo a las necesidades de la Empresa nacional del Petróleo (ENAP).
Estos primeros años, “sin aflojar” como recuerda Mario Marín, permitieron generar interesantes ganancias de las cuales ciertamente no estaban muy preocupados.
Fue así como un Gerente de Banco les recomendó que invirtieran estos recursos.
Sin tener muy claro el negocio en el que se involucraban, acudieron a un remate en el que el único otro oferente veía con asombro como estos dos jóvenes “treintañeros” se empecinaban en quedarse con el predio, sin tener “historia ganadera”…..
Adquirieron así 5.874 hectáreas de una estancia llamada “Tres Chorrillos”, pensando que esta sería un buen lugar para retirarse a descansar.
Ninguno de los dos sospechaba lo que de allí nacería: Ganadera Marín, la empresa de ganadería ovina más importante del país.
El aterrizaje Ganadero…
Con el paso del tiempo, el predio de descanso que habían adquirido se convirtió rápidamente en una oportunidad de negocio. Y como todo comienzo, las cosas no fueron fáciles.
A la hora de vender la primera producción de corderos se encontraron con que un cordero se pagaba a menor precio que un pollo en un supermercado…. algo no estaba bien.
Con la porfía que los caracteriza se negaron a vender, y esta simple estrategia permitió que transcurridos unos meses el precio obtenido fuera un 50% mejor.
Coincidieron entonces en que debían integrarse hacia adelante y así no depender de la acostumbrada compra monopólica.
Al igual que en el caso de los corderos, diversas situaciones mostraron que existía un cierto manejo de los compradores de lana locales, hecho, que al ser denunciado por José Marín tuvo como repuesta el veto de los compradores locales “tremendo favor me hicieron “comenta hoy José Marín….
“Gracias a este hecho decidimos viajar a Nueva Zelandia y por la puerta de atrás pusimos nuestra lana en un remate…..”
Este anecdótico hecho le permitió darse cuenta de lo que tenían y hasta dónde podía llegar ese horizonte, si producían lanas finas.
En esa búsqueda se dieron cuenta del limitado techo genético que tenían las razas locales y fue ahí cuando decidieron dar el gran paso en términos de innovación: la importación y desarrollo de nueva genética.
Este hecho se convertiría en el punto de inflexión para lo que vendría.
Contra la corriente…
La decisión de José Marín no fue fácil, sobre todo por los mitos que se generaban alrededor de la introducción del Merino Australiano: se decía que al afinar la lana, disminuiría el precio de la carcasa y que, por ende, sería un negocio poco rentable.
Los sectores más “tradicionales” en la zona no veían con buenos ojos que un Ingeniero Eléctrico viniera a cambiar las reglas del juego.
Pero nuevamente se tomo el camino largo iniciando un programa de mejoramiento genético y la aplicación de tecnologías reproductivas, dos estrategias que hoy dominan y emplean a gran escala.
“Nuestros trabajadores de campo han sido entrenados con los referentes mundiales en cada una de las especialidades. Y éste es un proceso continuo que a la fecha lleva más de 15 años” señala José Marín.
Los trabajadores han tenido oportunidades de calificación en técnicas de avanzada, como la inseminación artificial, laparoscópica, el diagnóstico de ultrasonido y el manejo de avanzado equipamiento como el OFDA 2000.
En todo este proceso “nunca hemos pretendido re-inventar la rueda” más bien hemos tratado de mejorar, con lo que está disponible en el mundo.
Mario Marín reconoce que es una apuesta cara, pero está convencido de que finalmente representa una buena inversión.
El grupo de empresas Marín emplea hoy a más de 200 personas en forma permanente. Los trabajadores gozan de buenas condiciones laborales y de infraestructura, así como también de acceso a buenas comunicaciones y seguridad laboral, convirtiendo al actual trabajo de campo en algo muy diferente del tradicional.
La AgroIndustria…
Luego de comprender que debían saltar importantes vallas que limitaban una buena comercialización, toman la decisión de integrarse y en 1982 construyen la primera planta de faena de ovinos, luego vendrían una serie de carnicerías y sucursales en Valparaíso y Santiago.
A comienzos de los años 2000 se van integrando las nuevas generaciones de esta familia, quienes insipientemente ganan sus propios espacios en este negocio.
Es así como el año 2007 se culmina talvez el proyecto más importante de esta familia, se invierten US$ 12 millones (de dólares) en una moderna planta que les ha permitido acceder a mercados cada vez más exigentes.
Este proyecto les permitió recibir el Premio Nacional de Excelencia en Ingeniería de Nueva Zelandia (NZEEA). Para reafirmar, que nadie es profeta en su tierra.
Esta faenadora enfatiza en los principios de bienestar animal y ahorro energético, además de contar con una línea automatizada que minimiza el esfuerzo de los trabajadores.
A esto se suma una sala de corte para productos de alto valor agregado y una planta de rendering capaz de transformar los residuos en nuevos subproductos y biocombustibles.
El grupo hoy.
Más de 160.000 hectáreas productivas en la Región de Magallanes, constituyen hoy en día las empresas Marín, que se cuentan entre las empresas más grandes del rubro ovino, con facturaciones del orden de los US$15 millones, (de dólares).
Además es una de las principales exportadoras de Carne de Cordero, lana y subproductos de Ovino (cueros, tripas, harinas etc.) a países como España, Francia, K, Dinamarca y China, entre otros.
Marín Magellan Meat Merino
A principios de Agosto de este año se registra otro hecho relevante que es considerado de gran relevancia al inscribir oficialmente la raza Marin Magellan Meat Merino, la segunda raza ovina chilena.
Esta raza corresponde a una absorción incompleta estabilizada de Corriedale con Merino Australiano y tiene aptitud doble propósito con un cordero de mejor aptitud que Corriedale y lana ultrafina exportable proveniente de la patagonia chilena.
Todo un hito que según los responsables de esta iniciativa busca sentar las bases para una mayor valorización de la genética ovina nacional, permitiendo proyectarla como un negocio con potencial exportable.
“La raza recién inscrita es fruto de casi veinticinco años de trabajo de importación de genética y cruzamiento absorbente, por parte de la Ganadera Marín en Magallanes” nos afirma José Marín.
Este trabajo se comenzó en la década del 80, a finales del siglo pasado, cuando con la asesoría del consultor australiano, Brian Jefferies, se inició la cruza absorbente de Corriedale con Merino Australiano con el propósito de estabilizar un animal intermedio de doble propósito.
El objetivo fue obtener más carne y a la vez una lana de mayor valor por su finura”. Así lo explicó Rodrigo de la Barra, investigador especialista en genética y producción ovina, subdirector del Centro Experimental INIA Butalcura (de Chiloé) y miembro del equipo que logró la inscripción, quien además será el conservador de esta nueva raza.
El mayor beneficio que se podrá obtener con esta nueva raza ovina, según señaló Marín, se relaciona con mejorar el ingreso monetario de los productores, ya que al producirse lanas finas y súper finas, éstas se pueden comercializar en un valor 5 veces superior a las anteriormente obtenidas, como la lana gruesa y media.
Lo interesante de esta raza es que a diferencia de otras, puede exhibir resultados verificables, y prueba de ello es que Ganadera Marín comercializa su lana en valores que hace muchos años duplican el precio de la media regional: los números, no mienten.
Otra implicancia de formalizar este desarrollo es sentar las bases para una mayor valorización de la genética ovina nacional, permitiendo proyectarla como un negocio con potencial exportable.
Pero esta familia tiene un sueño aún, más grande: “Que Chile sea una potencia mundial ovina”
Ellos están convencidos que nuestro país tiene todas las características para convertirse en un país como Nueva Zelandia, principal productor de carne ovino en el mundo, y esto los motiva a continuar emprendiendo.
Esto, es hacer Región…