Sabemos que un desastre no es nunca un fenómeno exclusivamente natural, Un desastre es la expresión social de un fenómeno natural. Es comprensible, entonces, que los cambios sociales ocurridos a partir de la conquista hayan significado cambios en la actitud ante los eventos naturales que pueden ser perjudiciales para los seres humanos. Nos interesa aquí mencionar sus implicaciones sobre el medio ambiente urbano.
En Perú, las lluvias torrenciales transforman los sistemas de 46 ríos que descienden de la cordillera de los Andes, causan inundación de poblados y campos de cultivo, destruyen caminos y canales de regadío y matan personas. La topografía desigual de la región también afecta considerablemente a la distribución de las lluvias, produciendo altas concentraciones de precipitación local, granizo y nieve. La combinación de fuertes lluvias con tierras inestables en las pendientes de las montañas, puede producir aluviones de distintas proporciones que frecuentemente tienen resultados trágicos para los asentamientos humanos, la agricultura y la infraestructura. A esto se agrega que la cordillera de los Andes se caracteriza por su extrema inestabilidad con respecto a su significativa actividad sísmica, volcanes activos, tierras inestables y avalanchas de dimensiones mayores y menores.
La población precolombina de los Andes se adaptó a estas difíciles condiciones mediante formas de organización social que tendían a reducir el impacto de los desastres, pero también con un desarrollo tecnológico adaptado a ese ambiente. Una respuesta a la sismicidad de los terrenos fue evitar las concentraciones de población en las zonas más críticas. Lo que disminuyó el riesgo de que existiera una Pompeya incaica.
Las técnicas y los materiales de construcción empleados proporcionaban cierto grado de seguridad, particularmente contra daños ocasionados por los terremotos. Las esquinas de las paredes de las edificaciones incaicas siempre eran cuidadosamente ligadas y escrupulosamente se evitaron las uniones verticales largas. Aunque las monumentales construcciones de piedra de los Incas han soportado numerosos terremotos fuertes, quizás los rasgos más significativos de los edificios precolombinos de los Andes son los techos de paja. Todas las construcciones del Perú precolombino tenían techos de paja, evitando así la caída de techos pesados durante los terremotos. Otros posibles diseños antiquísimos incluyen muros con dobles estructuras con relleno de barro en el centro y las puertas y ventanas en forma trapezoidal.
Al decidir la ubicación de las poblaciones, los españoles hicieron caso omiso de la experiencia sobre peligros en el ambiente andino, ubicando frecuentemente a sus pueblos en los puntos de confluencia de los ríos donde eran vulnerables a inundaciones y aluviones. El caso más asombroso de poner en peligro a la gente fue el asentamiento en la ciudad de Arequipa en 1540. Arequipa, fue total o parcialmente destruida por cuatro terremotos y una erupción volcánica, solamente en el siglo XVII.
A partir de 1570 se ordenó concentrar o “reducir” las comunidades andinas desde sus asentamientos dispersos a las nuevas comunidades planificadas, donde era más fácil controlar a la gente y cobrarles impuestos. Las técnicas de construcción españolas y los diseños urbanos fueron utilizados en las reducciones para indios, así como en los nuevos pueblos y ciudades fundados por los españoles. A diferencia de los pueblos incas donde las casas eran espaciadas a lo largo de los caminos, el diseño español favoreció el modelo tradicional de calles perpendiculares organizadas alrededor de una plaza central. La tendencia era construir calles angostas y casas juntas o muy cercanas. Muchas de las viviendas en estos pueblos españoles tenían un segundo piso como depósito, cosa que muy pocas viviendas tenían, durante el Incanato.
Para algunos comentaristas, el cambio más peligroso que se adoptó gradualmente comprendió el techo de tejas de cerámica sumamente pesadas, que se convirtieron en trampas mortales durante los terremotos. “Los pueblos más densamente organizados por los españoles, con sus calles angostas y perpendiculares alineadas con viviendas de adobe de uno y dos pisos y techos de cerámica crearon una situación sumamente peligrosa y vulnerable en una región sísmicamente activa”.