Estas fueron algunas de las respuestas que recibimos al hacer las siguientes preguntas, para armar este tema: A ti, ¿qué te produce este asunto de la situación política?, ¿Genera expectativas?
-Genera indiferencia, -Da risa. -Da pena. -Da vergüenza. -Desespera. -Ofende. -Produce desprecio. -Genera ira. -Es desilusionante. -No queda más que soportar. –Si algo bueno hacen, para eso se les paga… (Otras respuestas, fueron irrepetibles).
¿Por qué es difícil ser sincero? Simplemente porque estamos afectados por ese mal de la soberbia ignorante que impide actuar sinceramente. (No me refiero al orgullo que brinda el producto de lo creado, de lo realizado, de lo logrado), me refiero a ese falso orgullo que produce “la posibilidad de adquirir como sea”, ese falso orgullo que se cultiva en la fértil soberbia mezquina. También me refiero a eso que hoy produce indiferencia y hasta divierte. (Esos mismos hechos y actos, que no hace mucho, a cualquiera que con mediana instrucción, le hacía enrojecer sintiendo desvergüenza ajena).
Por estos senderos se llega a pensar, qué es, qué representa realmente para la “industria del poder” ese ciudadano de a pie o perraje como tantas veces “ellos” encasillan déspotamente a la humilde base humana de la patria, a esa clase que cada cierto tiempo la mercadotecnia política le despliega su abanico de ofertas, liquidación, remate de saldos usados, casi fundidos y “nuevos de paquete”, de esos escogidos apóstoles cultores de la democracia, heraldos de la verdad absoluta, luchadores incansables de los derechos de esos ciudadanos de a pie (del perraje, de los paniaguados), de esos dignos ciudadanos que son realmente las cariátides que soportan en sus hombros el peso del sistema, el peso de los errores, el peso de las vergüenzas, el peso de los contubernios. Frente a ese abanico de manotazos fríos, de sonrisas y besos, el ciudadano debe tener la obligación moral y cívica “dicen” de elegir a quien le ha prometido, “hasta moviendo la colita” que le representará… para defender sus derechos.
Y a la distancia se siente como se derrama ruidosamente ese aparataje hipócrita que expele los irrespirables miasmas de la insinceridad cubierta por ese mismo, tantas veces sucio, sursido, parchado, arrugado y mal oliente “manto legalista”. Cada cierto tiempo, intentan lavarlo con aguas servidas, lo planchan y lo exponen descaradamente ante el “inocente” electorado, envuelto en esa multicolor seda en representación de la democracia.
Cuesta creer que las promesas desempañarán la opacidad histórica que envuelve a la corrupción política; que ya es imposible ocultar en estos tiempos. (Salvo conocidas y olvidadas dignas excepciones de políticos honestos).
Y se desprende la pregunta: ¿Quiénes de todos “estos” le dan o le han dado, o le han entregado algo a la patria, de la que se dicen parte, sin que esta patria nuestra haya dejado de redituarles en honores y generoso inmerecido dinero, (mucho de él producido con el sudor del pueblo), hasta por las traiciones y perjurios contra ella?
Sin embargo, aunque duela, hay que votar, poniendo el alma en la apuesta por el futuro de los que vienen; “la democracia es el mejor de todos los males”, (te deja hablar, te deja escribir, te deja reclamar, te deja enrostrar… y “a esos” les deja robar y mucho de ese dinero lo usan para comprar conciencias y poder manejar las influencias), pero no hay que votar sin conciencia, hay que cumplir con responsabilidad cívica, la patria debe seguir funcionando, (es la única que tenemos). Con el tiempo llegará ese día que por el lógico descarte basado en la cultura ciudadana esta patria nuestra encontrará el verdadero rumbo a la honestidad. Eso sí, hay que tener presente que sobre la conciencia del electorado están estos asfixiantes sobrepesos de: La alcurnia oligárquica. El cerrado círculo de los amasadores del dinero. Los mercaderes traficantes de conciencias. Los estraperlistas de corbata. Los manipuladores de la fe…; “en el Reino, los pobres serán recompensados”. La alta clase política, fabricantes de bisagras para las puertas giratorias, entre ministerios y empresas, y viceversa del circuito público-privado (Dios los cría, y el Lobby y las dietas los juntan). La casta militar, (la misma, que ha actuado cruelmente como fuerza de ocupación en suelo propio). El testaferrismo extranjerizante y traidor. La cofradía político dependiente. Las coluvies oportunistas. La clase parásita de clones y camaleones. El mendruguerismo politiquero. El burocratismo dependiente… El sibilino poderoso manejo de los medios. A estos súmales: los emergentes desclasados. Los promotores de promesas. Los forjadores de la inseguridad. Los cultivadores de esperanzas imposibles de la mano de ellos (“Él 2017 seremos un país desarrollado…” y les creímos). Este abanico, es sólo parte del sobrepeso inferido que soporta el pueblo por esas manipulaciones “que hacen” que la democracia se viva como estafa.
Gracias a Dios mediante, como la voz del pueblo, muchas veces la prensa consciente, la comunicación honesta, los comunicadores valientes, periodistas profesionales, vienen y van, de hace un tiempo a la fecha permitiendo que el pueblo vea por algunas aristas esas vergonzosas verdades y los violentos atentados contra los cimientos de la patria.
La respuesta más decidora que recibimos para el desarrollo de estas líneas, fue: “Se necesita un poco de muestras de honradez, gestos de verdadera sinceridad…, y respeto”.