Desde siempre se escucha en el común esa suelta opinión de que la música docta, selecta, a la que se le llama música seria, a una importante mayoría no le agrada, o no la entiende, y como remache, algunos de esos opinologos “comerciantes” dicen que esa música no es para el pueblo…, lo clásico es para los cuicos, (aunque ya los hijos de estos están saliendo más reventados que la cresta) esta música es para los cultos, que no son muchos, de ahí su alto costo. Y agregan: A la gran masa le gusta y es feliz con la música simple, con lo “popular”, con lo barato, con lo que no hace pensar, en cierto modo por decirlo de alguna forma y sin la intención de ofender, al pueblo chileno le basta con lo bananero, está amaestrado para consumir mierda, por eso siempre está intentando identificarse con lo extranjero, vive adorando lo que no tiene el ingenio para hacer…, de ahí el dicho: “De cuanto más lejos mejor”. “Si es de más lejos más sabe”. Si no me cree, mire el festival de Viña y los otros festivales que hacen por otros lados…
Estas son las opiniones que se escuchan, incluso de personas con autoridad…, que tienen la responsabilidad de orientar, de educar…, al menos, eso es lo que dicen que hacen.
Si pensamos seriamente que la música es un arma de doble filo que se puede emplear como recurso estratégico para invadir al débil o subyugar al fuerte, ya comercialmente, ya religiosa e ideológica o políticamente, no estamos lejos de una verdad irrefutable. De hecho hoy, en estos tiempos, más que nunca, se reciben esos ataques, sin importar el tratado del respeto a los Derechos Humanos, ya que a las victimas siguen vivas, sólo se les mata el alma.
Históricamente nuestra sociedad ha sido victima de este tipo de ataques en cuestión y de otras formas de invasiones al alma, por cierto autorizadas y encubiertas por profundos intereses. Invasiones que han influido más negativa que positivamente en la conducta social de nuestra población. Si nos detenemos un instante ha meditar el daño que han causado algunos tipos de música en perjuicio de nuestro propio patrimonio musical, nos avergonzaríamos de nuestra histórica irresponsabilidad.
Lo triste de este asunto es que se usa la bandera de la libertad de expresión y la de la libertad de comercio, para cometer todo tipo de aberraciones “culturales” a vista y paciencia de los “técnicos en patria”, que terminan siendo “testas di ferro” al servicio de los “invasores”.
Las notas musicales bien puestas y con las palabras justas, siempre dan en el blanco del alma, ya para enaltecer el espíritu. O para destruir raíces y conciencias…, encegueciendo, para hacer efecto, para que no se vea la profundidad del barranco.
La música clásica tiene un valor costo económico inalcanzable para el ciudadano modesto. En los colegios, jamás se escuchará como fondo musical una pieza clásica, así la seriedad del acto lo amerite. (Perdón, en algunas escuelas se fomenta la música seria con éxito cultural social y político).
En muchas grades tiendas y gigantes supermercados la música se usa como “motivante ablandador” del consumidor; la idea es no dejarlo pensar, por lo tanto se usa música de burdel, esa música tan especial que provoca esos vapores de irresponsabilidad, en el termino exacto, genera “falsa alegría”.
Si nos detenemos a pensar podremos decir con seguridad que algunos tipos de música son generadores de violencia; esa violencia que lleva a esos excesos que tantas veces terminan trágicamente como noticias policiales. Pero, si es buen negocio, es permitida.
Ya es tiempo que los sociólogos y autoridades educacionales se sienten a planificar la forma de bajar el volumen de la ordinariez musical, si lo logran, comprobaran en corto plazo el cambio de conducta en la población que no dejará de sentir alegría, con es sí, seguridad pensará más… Y a este plan deben también intentar de buena fe, agregar unas gotas de decencia ética a la línea publicitaria de la pantalla chica; todo, por supuesto sin coartar en el buen sentido la libertad de expresión que a cada instante se confunde con el derecho a expresarse en el conocido y sufrido libertinaje ordinario y vulgar.
No se puede permitir (por respeto o conciente autocensura), celebrar el día nacional de la piscola en una sociedad que tiene un peligroso índice de alcoholismo juvenil e infantil; en una sociedad que invierte fuertes sumas de dinero del Estado para controlar este mal. Ni se puede permitir que en los jardines infantiles las niñitas y los niñitos bailen ligeros de ropa al compás de músicas bananeras, con la explicación de que es expresión corporal, sin tener en cuenta el alto índice de pederastas que brotan como mala hierba en nuestra sociedad…
No podemos seguir contaminando la libertad con el libertinaje, para dar en el gusto (“a esos”) de conseguir objetivos a esas liviandades politiqueras, disfrazadas de democracia. Es necesario aprender a distinguir entre los ideales, cuales son falsos y cuales verdaderos, por supuesto, visto esto desde el ángulo aceptable del bien común. Una sociedad sin respeto y disciplina, sin dudas va inexorablemente rumbo a las decadencias…, esas mismas decadencias que nos estamos acostumbrando a soportar, rodeándonos de rejas y vistiéndonos de indiferencias.
La violencia y la delincuencia entre otros, tienen sus conocidas raíces en la injusticia social, en la mala educación, en la mala alimentación, en la desconsideración, en la perdida de los mínimos respetos, en la prepotencia y el despotismo del poder económico, en el abuso del poder político y de esos políticos que se incrementan su dieta en más dos millones por mes y se hacen “los inocentes” mirando el techo, esos mismos sinvergüenzas tantas veces a la vista del mundo, responsables, con su actuar ineficiente de las consecuencias de la inadaptabilidad psicológica y moral de las generaciones jóvenes que deambulan sin rumbo, delinquiendo, prostituíendose, victimas de la injusta distribución del ingreso, y siguiendo el ejemplo de la camada de ladrones que administran esta mierda de sistema, escondidos detrás de las persianas derechas e izquierdas. Raíces estas las mismas, que el pueblo trabajador riega con sudor y frustraciones.
Estos son los frutos de las conductas generadas por el sistema que a vista y paciencia tantas veces “troca” los valores morales por mezquinos intereses mercantilistas o politiqueros, por supuesto, sin importarles las consecuencias.
Todos esos males sociales llevan a la desesperanza al compás de la música de burdel; (que de la mañana a la noche te machaca donde estés); y es en el burdel por cierto donde en una estrellada noche libertina, se escucha muy bien…, y donde por cierto esos compases nunca nos dejarán pensar en el doloroso despertar…
TODO POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE MAGALLANES

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho