El derecho a hacer uso de la vía publica, es eso, un Derecho. También por razones de ordenamiento y convivencia ciudadana este derecho tiene un costo que el usuario no debe eludir, (ni siquiera intentando escapar del tarjetero). Visto hasta ahí todo parece normal, pero, sin embargo, existe una gran incógnita que merece una explicación.

El costo por treinta minutos es de trescientos pesos desde el primer minuto como dice textualmente la boleta, (o sea la unidad base es medida en minutos) pero, si el conductor está en su tiempo y tiene que esperar al funcionario por un minuto pasado de los treinta minutos que lógicamente debe cancelar por el servicio, la cuenta sube automáticamente en trescientos pesos el minuto, lo que visto a simple vista desvirtúa el principio de servicio de estacionamiento medido por un reloj.

Cuando el conductor deja el espacio, el siguiente cancela nuevamente trescientos pesos por lo que el pago por esa media hora produce a la empresa servidora un ingreso de novecientos pesos.

La pregunta que se desprende, permítaseme decir lógica es: si el minuto tiene un costo real de diez pesos, y si el servicio mínimo es de trescientos pesos por treinta minutos y si el conductor deja el estacionamiento en treinta y un minutos la cuenta no debería exceder los trescientos diez pesos, y por treinta y dos minutos la cuenta tendría que sumar trescientos veinte pesos y así sucesivamente, hasta llegar aritméticamente a los seiscientos pesos equivalente a una hora de estacionamiento. ¿Qué pasa cuando se pasa de 60 a 61 minutos?

Cualquier comerciante o prestador de servicio que emplee la lógica comercial del servicio de estacionamiento sería acusado ante la autoridad como infractor, y téngase por seguro que sería sancionado legalmente y hasta menospreciado por los consumidores.

Si el tiempo de permanencia en el estacionamiento fuera medido por el reloj del funcionario, bueno…, un minuto más o un minuto menos no haría historia, pero este control es efectuado por un moderno sistema computacional acorde con los tiempos que vivimos, no tendría porqué tener “problemas” para contar los minutos con la misma exactitud que contabiliza ese pícaro minutito a trescientos pesos, y que el usuario paga normalmente a regañadientes con ese ácido sabor de la duda, haciéndole pensar que esto, es otro de esos engañitos a los que lamentablemente ya estamos acostumbrados.

Estas líneas no son llanto, no es reclamo, no haremos huelga de conductores, no nos pintaremos la cara, no saldremos con pancartas, ni recurriremos a las piedras, solamente estamos basándonos en la folclórica petición de Condorito: ¡Exigimos una Explicación! Por supuesto, con la palanca del cambio en la mano.

TODO POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE MAGALLANES

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho