Se ha escrito que tres grandes golpes ha recibido la soberbia humana, nuestra arrogante pretensión de ser una especie privilegiada y especial moldeada a semejanza de los dioses.
-Uno, el derrumbe del mito de que nuestro mundo, la Tierra, era el centro del universo, causado por la teoría heliocéntrica de Copérnico y defendida, extendida y perfeccionada magistralmente por Galileo.
-Dos, el derrumbe de nuestro origen divino causado por la teoría de Darwin de la evolución de las especies basada en la selección natural.
-Tres, el derrumbe del mito de la total y absoluta racionalidad de los actos humanos causados por la teoría del inconsciente elaborada por Freud, fundador de la corriente psicoanalitica.
La humillación sufrida por estos mandobles de la ciencia, sin embargo, no nos ha hecho más indignos, sino más sabios.
De uno de estos pulverizadores de mitos se ha cumplido, en el mes de mayo de 2006, el aniversario de su nacimiento N° 150. A manera de sencillo homenaje, queremos dar brevemente una mirada a la trayectoria de Freud.
No hay duda de que, más allá de la apología o las críticas que han merecido sus ideas, Freud cambió radicalmente la manera en que tenemos que mirarnos a nosotros mismos.
La humanidad no ha sido la misma después de algunos pensadores, entre los que ciertamente hay que incluir a Freud.
Como ha señalado Jerome Neu*: “La influencia de Freud no deja de ser enorme y penetrante. A él debemos una nueva y poderosa manera de pensar e investigar los procesos humanos de pensamiento, acción e interacción. Freud dio sentido a campos de la experiencia por lo general ignorados o incomprendidos, y aunque uno quiera rechazar o discutir alguna de las teorías o interpretaciones particulares de Freud, sus escritos e ideas son demasiado importantes como para descartarlas sin más. Freud tiene aun mucho que enseñarnos (Guía de Freud).
Desde joven se interesó por los “asuntos humanos”. Abordó exhaustivamente los estudios humanísticos y científicos, abarcando con su conocimiento, la literatura, el arte, la filosofía, y la ciencia política. Señala que le interesaba el mundo lleno de debilidades de los seres humanos, preocupándose de las razones de toda fisura de la existencia.
Estudió medicina, pero se sintió poco atraído por la práctica cotidiana de la medicina clínica; tampoco le estimuló suficientemente el trabajo de neuroanatomía. Seguía ya entonces la pista de los problemas que iban a ocuparle el resto de su carrera científica: los trastornos nerviosos, las conductas neuróticas, buscando no sólo explicaciones puramente fisiológicas (a la manera por ejemplo del doctor Breuer, con quien Freud trabajó en sus comienzos), sino motivaciones psicológicas.
En la concepción freudiana puede encintrarse una figura o tema central en torno al cual reorganizan sus demás ideas clave: la represión (el mecanismo de defensa por el cual ciertas ideas potencialmente inquietantes son apartadas de la conciencia). Freud, escribió: “La doctrina de la represión es la piedra angular sobre la que descansa toda la estructura del psicoanálisis”.
Una reflexión sobre la represión nos lleva al núcleo de la cosmovisión freudiana: en nuestra mente tenemos la conciencia, un estrato psíquico claro, y el inconciente, un nivel psicológico que se encuentra oculto. Tenemos un cúmulo de ideas que se afanan por llegar a la conciencia; un mecanismo censor que etiqueta algunas como demasiado perturbadoras para ser admitidas concientemente y, por tanto, las relega a una existencia de purgatorio en el reino del inconsciente; y un proceso de conversión, por el cual el afecto que rodea a la idea perturbadora puede ser convertido en algún tipo de síntoma inofensivo, como un lapsus verbal, o más violento, como un ataque de histeria. Sólo si la idea perturbadora puede ser modificada de algún modo, posee la capacidad para llegar al conocimiento preconsciente y, por fin, entrar en el nivel consciente.
Freud investigó el origen sexual de las neurosis y comenzó a describir sus mecanismos en términos de represión psíquica y procesos inconcientes.
Concluyó que el camino hacia la comprensión de la mente se encontraba en el análisis de los sueños. Comprendió que los sueños de las personas normales reflejaban muchos de los diversos procesos y mecanismos que él había estado observando en sus pacientes neuróticos e histéricos.
También aquí podía percibirse un mecanismo de censura, varios tipos de disfraces, ideas amenazadoras que intentan expresarse y mucho contenido sexual latente.
Freud llegó a creer que todos los sueños contenían algún tipo de deseo o fantasía.
El sueño era el cumplimiento encubierto de un deseo reprimido, un medio psíquico de llevar a cabo algún tipo de previa determinación o inquietud. Para tener acceso al deseo era necesario mirar a través de su contenido manifiesto (o superficial) y desentrañar su contenido latente (o subyacente). Las defensas que configuraban el sueño incluían la condensación, el desplazamiento y varios tipos de pantallas, cada una de las cuales tenía que eliminarse pacientemente para esclarecer el significado del sueño.
El análisis de los sueño reveló a Freud los mecanismos de defensa y de la conciencia. De aquí llegó al hallazgo de los complejos en el ser humano y, principalmente, el complejo de Edipo.
Freud confirmó que los temas sexuales están en la base del inconciente de todos los individuos y que los mecanismos de defensa eran elaborados, principalmente, para hacer frente a estos temas sexuales, perturbadores y difíciles de afrontar.
Desarrolló también una teoría de la sexualidad infantil, Se interesó, asimismo, por la memoria y el olvido, los chistes, los lapsus linguae y otros errores significativos, explicando su relación con el inconciente.
Sus principales ideas se reúnen en su obra magna “La interpretación de los sueños”, un grueso volumen publicado en el año 1900. Como comentó más tarde, “…esta obra contiene los más valiosos descubrimientos que he tenido la fortuna de hacer…”  En este libro Freud ofrecía un detallado razonamiento sobre por qué los sueños representan el camino hacia el inconciente, explica su mecanismo y expone ampliamente sus ideas sobre la naturaleza del aparato psíquico.
Freud echó mano de los fenómenos y mecanismos de los sueños para exponer sus teorías sobre la conducta humana y el inconciente. Su modelo –un mecanismo (o censor) que critica y un material que es criticado, escondido en el inconciente y que a través de la adopción de varios disfraces y formulas de compromiso lucha por abrirse paso a la preconsciencia y el estado conciente- da cuenta de diversos fenómenos del comportamiento humano. Explorando el inconsciente, Freud descubrió que todo lo que ocurre en la vida de una persona queda grabado y ejerce luego una gran influencia en su vida posterior. En la vida psicológica el olvido no existe: lo que existe es el olvido consciente, pero no el olvido inconsciente.
El inconsciente es como una gran bodega en la que se guarda y archiva toda la experiencia. Freud llegó a la conclusión de  que las primeras experiencias infantiles, especialmente en los primeros cinco años de vida, eran decisivas para el desarrollo de la personalidad adulta, idea que hoy tienen una enorme repercusión en la educación y es ampliamente aceptada.
Freud puso en marcha       el movimiento psicoanalítico durante los primeros años de siglo XX, bosquejó una revolucionaria serie de ideas, las que estaban en importante desacuerdo con las enseñanzas imperantes en los campos de la psicología y psiquiatría de entonces. Para que estas ideas hubieran de ejercer influencia, Freud debió crear un ámbito de apoyo que pudiera valorarlas y difundirlas. Dio un nombre a su escuela de pensamiento: El Psicoanálisis y tuvo importante seguidores.
En 1908 surgió la Sociedad Psicoanalística de Viena, un modelo para muchos otros grupos semejantes en todo el mundo.
En 1910 comenzó a existir una Asociación Psicoanalítica Internacional, que incluía varias organizaciones nacionales bajo un presidente común.
Freud se convirtió en una figura mundialmente famosa, que se aventuró mucho más allá de los límites de los estudios de los casos prácticos y los tratados clínicos. Impulsó el psicoanalisis cada vez más hacia los asuntos políticos y culturales de mayor  amplitud. Publicó obras importantes y controvertidas acerca de la psicología de los grupos, la política, la guerra, la agresión y los malestares de la civilización.
También trató sobre religión, a cuyo tema dedicó el ensayo “El porvenir de una ilusión” publicado en 1929, y donde explica el origen de las representaciones religiosas a partir de una demanda vital de los seres humanos en pos de consuelo y seguridad: La religión es una ilusión que sirve para apaciguar el terror humano ante las fuerzas de la naturaleza, para conciliar al hombre con la crueldad del destino y para compensarle de los dolores y privaciones que le impone la vida civilizada en común. Afirmó asimismo, que en el ser humano existen dos instintos básicos: el instinto de la vida: EROS, y el instinto de la muerte: TANATOS, que pugnan entre sí y que buscan manifestarse a toda costa, a pesar de las barreras represivas de la cultura.
Con estas ideas Freud se dirigió a un auditórium que, en la coyuntura de la traumática Primera Guerra Mundial, anhelaba una explicación de la destrucción humana.
Freud permaneció activo hasta casi el final de su vida, atendiendo a pacientes y escribiendo obras aún después de su forzosa emigración a Londres por la persecución nazi, cuando ya cumplía los 82 años de vida. No sólo dejó un impresionante legado de obras que leer, estudiar y discutir o seguir, sino también una escuela psicológica organizada, el movimiento psicoanalítico, que en todo el mundo continúa construyendo sobre este legado tras su muerte, acaecida en el año 1939.
El imperativo *Socrático: “Conócete a ti mismo” ha cruzado siglos y culturas. Todavía no hemos podido obedecer por completo el oráculo de *Delfos. Paso a paso nos vamos acercando a desentrañar el mayor enigma para el hombre: El Hombre Mismo.
Darwin, Marx, Einstein y otros singulares exploradores de la ciencia han ido trazando esa senda. Pero también, en la historia intelectual de occidente, hay que incorporar a Sigmund Freud, quien nos enseñó que fuéramos saludablemente escépticos a cerca de lo que creemos saber e incesantemente curiosos con respecto a qué más podríamos saber de nosotros mismos.                                
 *Jerome Neu: Profesor de Filosofía en la U. de California.
*Socrático: de Sócrates, filosofo griego.
*Oráculo de Delfos: Recinto sagrado dedicado al dios Apolo.
*Delfos: Isla de Grecia
*Apolo: dios de: de la Luz, del Sol, la Verdad y la Profecía, La Medicina y la Curación, La Música, La poesía y las Artes; era hijo del dios Zeus. El dios principal de los griegos y Júpiter para los romanos.

ROGELIO RODRIGUEZ MUÑOZ Licenciado en Filosofía de la U. de Chile Magíster en Filosofía Moral y Política de la U. de Chile.

El Fortín del Estrecho