(Texto de la “Petición de los obreros al zar”) “Venimos, ¡oh Zar!, para solicitarte justicia y protección.
Reducidos a la mendicidad, oprimidos, aplastados bajo el peso de un trabajo extenuante, abrumados de ultrajes, no somos considerados como seres humanos.”
El 22 de enero de 1905 (9 de enero, según el antiguo calendario ruso) entró en la historia de Rusia,
Como el “Domingo Sangriento” o “Domingo Rojo” Ese día, en San Petersburgo más de 200.000 personas –obreros en huelga con sus esposas e hijos – avanzaban de forma convergente por las cinco grandes avenidas que confluyen en el Palacio de Invierno, portando íconos y retratos del emperador, entonando canciones religiosas y el himno “Dios salve al zar”. El pope Gueorgui Apolónovichi Gapón, sacerdote ortodoxo, líder popular de la clase obrera; antes de la Revolución Rusa. Él encabezaba la protesta y los manifestantes, que iban –según escribió León Trotsky- “engominados”, marchaban pacíficamente para entregar una petición al zar Nikolás II.
El tono de la petición era absolutamente respetuoso y en ella se exponía la terrible situación que oprimía a los obreros y se reclamaba la jornada de ocho horas, salarios justos, amnistía y libertades públicas, la entrega gradual de la tierra a los campesinos, la separación de la Iglesia del Estado y una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal.
Por toda la ciudad fueron apostadas tropas para bloquear el paso de los manifestantes. El Zar Nikolás, en esos momentos, no se encontraba en el palacio; la víspera, advertida de los hechos que iban a producirse, la familia imperial había abandonado el palacio.
Cuando la marcha intentó superar los bloqueos, el tío del zar, el gran duque Vladivir Aleksándrovich Románov, comandante de la Guardia Imperial Rusa, dio la orden de abrir fuego y las tropas fusilaron a la multitud. Durante todo el día se repitieron los disparos sobre los obreros desarmados. Al término de la jornada, quedaron en las calles un millar de muertos y más de 2.000 heridos. La clase obrera ya no se dirigiría con respeto, sino con odio de clase.
La chispa había saltado semanas antes con una oleada de huelgas iniciada el día 20 de diciembre en la gran fábrica metalúrgica Putilov de San Petersburgo, como protesta por el despido de cuatro obreros afiliados a la sociedad fundada por Gapón. En víspera de las manifestación, no había en la capital, periódicos ni electricidad, y los huelguistas habían llegado a sumar 127.000 ese día 7 de enero, según las informaciones recibidas por el zar.
La noticia de la matanza no tardó en extenderse provocando huelgas en numerosas ciudades. El levantamiento campesino en las zonas rurales y motines en las Fuerzas Armadas que se prolongaron durante un año.
La Revolución Rusa de 1905 quedaría marcada por tres episodios que, aún siendo independientes, estaban originados todos ellos por la misma voluntad popular de cambiar radical y violentamente el orden establecido. El Domingo Rojo de San Petersburgo sería durante el primero del mes de enero. Después, en junio, se produciría la protesta de los obreros de Odessa (Mar Negro) en demanda de mejores salarios y menos horas de trabajo. Y, simultáneamente, el motín en alta mar, de la marinería del acorazado Potemkin, que reclamaba una comida y trato más humanos.
Finalmente, ambos hechos acabarían convergiendo ya que muchos de los tripulantes del acorazado que habían asesinado a sus superiores terminaron desembarcando en Odessa y uniendo su suerte a la de los obreros. Fue el primer ejemplo de que el ejército se unía al pueblo por unos mismos intereses. Todas las sublevaciones improvisadas fracasaron, pero también lo hizo el levantamiento de los obreros de Moscú, planificado y mejor dirigido, que sería violentamente sofocado en la semana del 15 al 21 de diciembre, la llamada Semana Sangrienta, en las que se produciría la gran masacre de trabajadores, seguida de una durísima represión que impidió, hasta 1917, un nuevo asalto de los obreros al poder y el éxito final de la revolución marxista, una revolución cuya cuenta atrás se iniciaba aquel Domingo Sangriento de 1905.

El Fortín del Estrecho