A partir del siglo XVII el ritmo de desaparición de especies animales se acelera. En el curso de los tres últimos siglos se extinguen más de ciento setenta especies de aves, igual que ciento doce especies de mamíferos. De estos últimos, siete desaparecieron en el siglo XVII, once en el siglo XVIII, veintisiete en el siglo XIX y sesenta y siete en el siglo XX. Los europeos fueron los principales responsables de estas extinciones.
Desde el Renacimiento, los navegantes occidentales recorrieron el planeta, y desembarcaron en las islas más alejadas. El resultado fue que la fauna de esas islas comenzó a sufrir daños irreparables. En las islas hay una muy alta proporción de especies propias, que no se encuentran en otras partes, ya que han evolucionado separadamente de las de otras islas o continentes. Lo habitual es que estas especies ocupen un hábitat relativamente pequeño, fácil de alterar y que su cantidad de ejemplares no sea muy elevada. A menudo dan apariencia engañosa de ser muchísimas, como en el caso de las aves marinas, cuando hay una o unas pocas colonias muy numerosas. Al ver tantos pájaros juntos, uno se olvida que son los únicos de esa especie que existen en el mundo.
Durante este periodo se extinguió uno de los mayores mamíferos marinos. La vaca marina de Stéller, (Georg Wilhelm Stéller, naturalista alemán). Esta inmensa especie, perteneciente al grupo de los sirénidos, del que los manatíes son representantes actuales, medía hasta nueve metros de largo. Vitus Jonassen Bering la descubrió en 1741 en las islas que bordean la península de Kamchatka (Rusia), donde se alimentaba con algas. Veintisiete años después de su descubrimiento, había sido aniquilada por los cazadores de pieles rusos. En el siglo XVIII, marineros y pescadores fueron responsables de la extinción de una de las mayores especies de pájaros marinos, el gran pingüino, que vivía en enormes colonias en todas las costas del Atlántico norte. Los adultos alcanzaban una altura de setenta y cinco centímetros. Incapaz de volar, la especie fue depredada por navegantes que se alimentaron con su carne y huevos. La captura del animal, poco agresivo, se hacía de un modo sencillo. Se tendían redes verticales de un lado a otro de la colonia, con las que se delimitaba un corredor que llevaba hasta un pontón. Así se embarcaba a los pájaros vivos, a los que se iba matando durante la travesía en función de las necesidades de carne de la tripulación. También embarcaban vivas tortugas de las islas Galápagos. Estos últimos animales eran muy apreciados como alimento a bordo, porque se las podía mantener vivas casi sin darles alimento ni agua.
Sin embargo, las mayores alteraciones en ultramar no se producen por la caza sino por la introducción de especies. Los marinos usan las islas como criaderos de animales de reserva. En sus rutas estables, soltaban en las islas, cabras y ovejas, vacas y cerdos, para encontrar carne cuando pasaran otra vez por allí. En ocasiones se les escapaban perros y ratas y todos ellos se reproducen espectacularmente, provocando profundas alteraciones en el ecosistema originario.
Los grandes herbívoros desplazaban a otros más pequeños. Las cabras disparan procesos de erosión y desertificación espectaculares, por su costumbre de arrancar las plantas, en vez de comer sólo las hojas, como otros animales. Las ratas y los cerdos se comen los huevos de las aves, y los perros forman grandes jaurías que a su paso depredan todo. Los marinos actúan unos pocos días al año, cuando están allí, pero los animales que ellos dejaron siguen alterando la frágil naturaleza de las islas.

¿Por qué no se restablece el equilibrio ecológico en estas islas? ¿Por qué estos procesos se vuelven irreversibles? Para recuperar ese equilibrio sería necesario algún mecanismo que regulara las poblaciones de los animales introducidos. Pero, no suelen tener enemigos naturales y la evolución tardaría demasiado tiempo en suministrárselos. En consecuencia, se regularán por hambre, una vez que se encuentren al límite de su expansión, y agoten todo el alimento disponible. En ese momento, el ecosistema tendrá alteraciones profundas, en muchos casos irreversibles entre las cuales se encuentra la extinción de especies que sólo existen localmente.
De este modo, la sociedad del Renacimiento pone en marcha mecanismos de deterioro ecológico y desaparición de especies a escala planetaria que antes no habían existido. En tanto estos mecanismos no dependen de la caza, es probable que se hayan extinguido así especies que ni siquiera llegaron a conocerse.

El Fortín del Estrecho