Silencio…
Sólo el viento se desliza,
por la noche moribunda,
lacerando las mejillas.
Desde Darwin,
cordillera…,
con satánica violencia,
el Bárbaro…¡Azota!… ¡Hiela!
Impetuoso en el Skyring,
en el Otway belicoso.
¡Con furia! ¡Cruel! ¡Rencoroso,
que a los árboles espanta!
Muy distantes, en la cúpula celeste,
bruñe el Bárbaro de Oeste,
a Rígel, Pólux y Cástor.
Reflexiones…
Inquietudes que divagan.
¡Emociones! ¡Cantos que vagan,
al mirar el firmamento!
Caprichosas pinceladas de azul tenue,
transitorias por el Este se vislumbran.
Y la noche magallánica se quiebra,
en agónica renuencia,
transformando la penumbra.
Amanece…
Truena el cielo del Estrecho,
y en un vórtice de fuego,
oro y rojo se convierte.
¿Torbellinos de colores?
¿O es mi mente que se vierte
tras su loca fantasía?
¡Oh! ¿Qué esencia es que me guía
y no arrima la cordura?
¿O es tan sólo la ternura
de una estrella a la distancia?
¡Cuántas ansias,
por guardar estos momentos!
¡Rubricar Tierra del Fuego
como novia del Estrecho!
Ya las garzas…,
somnolientas y furtivas,
sobre mantos de sargazos
indolentes se alimentan.
Grácilmente…
cormoranes y caiquenes
con paseos matinales,
en bandadas se divierten.
Y siluetas negrialadas,
jubilosas en el cielo,
rojo, azul, verde, orifuego,
se convierten en fragancia,
perpetuando su elegancia,
en el paisaje austral chileno.
Cuanto ensueño…,
los flamencos y avutardas,
los cisnes de cuello negro,
en los confines de Diana.
Cuán profanas mis palabras,
al cantarte tierra mía.
He tomado de tu noche
y sólo en parte algo de un día.
No he hablado de tus Torres,
de tus pampas ni bahías.
¿Me disculpas si he olvidado,
tus parajes diferentes,
ese invierno irrespetuoso,
trineos, niños y gente?
¡Hace frío…!
¡No se siente!…
Es que el alma se sustenta,
se agiganta, se revienta por el éxtasis.
Es tu Aurora ¡Punta Arenas!,
Romántica alfombra mágica,
tus calles blancas nevadas,
Nogueira, Bories, tu plaza.
¡Es tu Aurora! ¡Magallanes!
¡Es tu alborada!
¡Es el tiempo de ovejeros!
¡De viento, nieve y de escarcha!

El Fortín del Estrecho