Nació en Santiago el 22 de diciembre de 1868, hija de don Félix Echeverría y doña Inés bello y nieta del sabio caraqueño Andrés Bello. Demás está decir que recibió una educación privilegiada acorde a la posición socio-económica de sus padres.
Desde muy pequeña sintió el llamado de las letras y la literatura que nutrió en la biblioteca de sus cultos progenitores y en la de su abuelo. Trasladada la familia a Europa, residió en París, que en esos años era la panacea cultural para los adinerados criollos. Allí creció rodeada de intelectuales lo que cimentó aún más su afición por el oficio de las letras.
En el año 1890 regresó a Chile y contrajo matrimonio con un adinerado heredero de los antiguos marqueses de Larraín Joaquín Larraín Alcalde. La vida cómoda en su hogar y las letras llenaron su vida de ilusiones literarias; ni la llegada de los hijos le impidió cumplir con su pasión.
Muchas fueron sus crónicas y fantasías en artículos periodísticos que con los años reunió en varios volúmenes. En 1910 publicó dos obras en las cuales mostró sus naturales aptitudes para el ensayo: Tierra virgen y Perfiles vagos. Estos ensayos nacen como una derivación de los relatos y reminiscencias. En 1914 publicó en París una novela en francés Entre deux mondes, y tres años después publica en Chile sus cuentos La hora de queda.
Su distinguido hogar era frecuentado normalmente por los más destacados de las letras y el arte.
Sin abandonar los círculos aristocráticos, participó activamente en los “movimientos sociales” de la época, entre ellos el feminismo. Su espíritu la hacía ver con claridad el problema social, por eso se involucró políticamente en la posición de los sectores populares: “Hay que terminar con los vicios del pasado”, decía. Trabajó en la candidatura de Arturo Alessandri Palma; corría el año 20 del siglo pasado.
En el año 1938 empezó a trabajar en su obra Alborada, historia novelada que narra los altos y bajos de nuestro país desde la Independencia impresa en seis tomos: Cuando mi tierra nació; Cuando mi tierra era niña; y Cuando mi tierra era moza”.
Por años sus artículos, crónicas y fantasías aparecieron en el diario La Nación. También por años mantuvo al día su diario personal en el que dejó testimonios de su época, trabajo que jamás se publicó por escrúpulos mal fundados de sus herederos, hoy, se cree que fueron destruidos.
Cuando el final de sus días marcaban su hora tuvo el valor para terminar su libro Au delá, poeme de la douleur et de la mort, en perfecto francés.
Esta mujer admirable y respetada dejó este mundo un 13 de enero de 1949.

El Fortín del Estrecho