Mirar en el tiempo con objetiva imparcialidad a la Institución de Carabineros de Chile requiere altura de mira. Son tantas las opiniones que se han vertido y vierten diariamente sobre la actuación de estos servidores públicos, ya sean positivas o negativas, siempre estarán presentes en el quehacer diario de la ciudadanía. Como sea, la labor que desarrollan los carabineros durante las veinticuatro horas de nuestros días y los 365 días de nuestros años, tiende siempre a cumplir con el complicado deber encomendado por nuestra Constitución, ese propósito mayor; producir orden y paz.
Intentar negar que la institución de Carabineros de Chile no haya cometido errores y que sin duda no los cometa nuevamente, sería negar que “son…” humanos. (No se puede olvidar que los horrores cometidos por los delincuentes enquistados en sus filas, fueron planeados, inducidos y ordenados por inhumanas razones políticas, y financiados con dineros e intereses internos y foráneos; que hoy en plena justicia, la ciudadanía les reprochará y les condenará).
Al mismo tiempo, es bueno reconocer que a pesar de todo lo que se diga, en su gran mayoría, esos funcionarios cumplen con su deber más allá de los límites que impone su función, sin considerar ellos, el modesto salario que reciben, teniendo en cuenta las condiciones de trabajo el tiempo invertido y el trato recibido (en el caso de la tropa). Y tantas veces hasta rendir la vida cuando ha sido inevitable. Es ahí cuando se les mira y se recuerda que los Carabineros merecen respeto y reconocimiento por su vocación de servicio público. Virtud que muchos, sólo en el discurso, dicen ser dueños.
Muchos comentarios negativos se vierten basados en el desconocimiento de la realidad humana, política, logística y económica que a diario enfrenta el carabinero.
El abuso en el uso de su fuerza es más que siempre el resultado de la deficiencia de los criterios políticos y el mal manejo del diálogo en las zonas de conflicto, generado siempre por la falta de dominio administrativo de los gobernantes, y muchas veces por esos ocultos intereses en los que priman lo económico y lo político, sin importar lo humano.
Es bueno también no dejar de tener presente que como toda fuerza armada, en carabineros, los hombres se preparan psicológicamente, para poner en el día a día su vida a disposición del Estado; (que somos todos). Ese, es uno de los reales horizontes que tienen sus vidas… que no dependen tanto del clima, de errores mecánicos, de fallas humanas, sino, de la imprevisible y malvada inconciencia humana. Además, cada vez que ha sido necesario, ellos han estado y estarán siempre dispuestos a ser los primeros en cubrir nuestras fronteras, como históricamente ha quedado demostrado.
Sin embargo, Carabineros ha dependido también históricamente de la buena voluntad del gobierno de turno para lograr mejorar a mordiscos, sus capacidades logísticas. En las comunas modestas, muchos de estos pequeños logros dependen de la amistad del jefe policial, ya sea con el alcalde o grupos económicos. Hace bien recordar que en este tiempo recién pasado, en el gobierno de don Salvador Allende y durante la dictadura, del General Pinochet fueron los que “más mal” usaron a carabineros dejándole de herencia un pesado lastre de desprestigio y vergüenza, este último desvergonzadamente, hasta trató de “jibarizar” la institución. A pesar de todo, la ciudadanía considera al carabinero como una real alternativa de seguridad.
Pero, hay que reconocer que en estos tiempos carabineros ha descuidado el fundamental rol que es actuar por presencia. La costumbre de parapetarse en el cuartel, es un mal hábito adquirido y arraigado desde los tiempos de los fantasmas durante la dictadura, que tiene por cierto una raíz cultural militar, muy diferente a la filosofía de un policía. La presencia policial no debería hacerse como acto de relaciones públicas y de vez en cuando para hacer presencia política. Hace años, en Punta Arenas los carabineros eran una dotación inferior a la actual pero se veían más; (y todo era a pie y/o a caballo.) También es verdad, que por más interés que ponga el hombre de tropa, poco puede lograr haciendo uso de la legislación actual. Algunos detalles de la aplicación de justicia, con todo respeto, resultan hilarantes.
Es generalizada la opinión especializada, que la única forma de quitarle terreno a la delincuencia es dotar a los sectores en conflicto con cuarteles permanentes, con buenas dotaciones rotativas. Y en el caso de tráfico de drogas (hoy uno de los males mayores que es la raíz madre de muchos graves delitos), si se contara con la instalación de fronteras electrónicas sería una eficiente herramienta, para descabezar las cúpulas traficantes, que son las que no se ven y es donde se origina el problema. Igualmente, si se considerara que el desarrollo de campañas planteadas honestamente en el sistema educacional, se lograría una mayor efectividad. Otra consideración que debe tener presente la ciudadanía y las cúpulas gubernamentales, es que el gasto en seguridad es una inversión.
Por lo tanto, si de ese 10% del cobre que se destina a defensa, se desviara un 2% a una real reingeniería en carabineros, vale decir en una mejor preparación del personal a contrata, en infraestructura técnica, al reconocimiento económico del exceso de horas de trabajo, becas de especialización, formación física, intelectual, filosófica, moral etc., para que puedan optar a grados superiores, el rendimiento por policía seria acorde con las necesidades de los tiempos que vivimos. Demás está decir que las limitaciones en la carrera del personal, son un real obstáculo que desincentiva el interés de la juventud por ingresar a carabineros. Y, si el otro 2% del cobre se destinara al sistema educacional y reinserción social de verdad, no cabe dudas que el tema delincuencia se podría estar dando por superado en un plazo relativamente corto, quedando sólo por contrarrestar las cifras “normales” de esa delincuencia que es el fruto de ese pecado “original” del que somos herederos los “humanos”. O sea, educar, corregir y atacar.
El sistema político común, como se ha visto, sólo usa este tema como relleno de discursos en campañas, pero un ciego puede ver que las altas cifras estadísticas de la delincuencia son más bien un “lucrativo” tema que incentiva sus campañas, en las que abusan de la sensibilidad social, donde intentan culpar al Estado de Chile (que somos todos), de sus malas gestiones legislativas. Si el sistema político pagara el impuesto a la Conciencia y recortara de sus dietas una suma conciente acorde con sus discursos, para que les permita apadrinar una escuela pobre, por ejemplo, podríamos decir con cierto orgullo, que el sistema tiene algo de vocación de servicio público.
La desvinculación (como hoy dice, “dar de baja”) para un hombre de tropas es un acto cruel y desilusionante. Cuando un viejo policía despierta a la realidad, la institución ya no le reconoce, tantas veces… ni siquiera sus otrora compañeros: Pasa a ser cifra de baja, (lo que no ocurre con los señores oficiales en retiro). Y ese hombre de tropa, tanto escuchó la palabra compañerismo, tanto cumplió y hasta creyó. Tantas veces vemos (y preocupa), como la soledad y la amargura son las únicas que le acompañan hasta la tumba.
Pero eso no importa, el tenor de los discursos debe corregirse acorde con la realidad, para que el despertar de esos viejos policías, no sea tan cruel. Y la dignificación del oficio de carabinero, sea de verdad.
De este comentario debe ser considerado a quien firma, como fuente responsable, ya que día y noche recorrió por años esas veredas, y vio claramente por aquel nítido cristal que muestra a la injusticia, como cosa viva.
En el día del Carabinero, a 79 años de su fundación, la sociedad chilena y las autoridades deberían por unos instantes reflexionar sobre el tema, si aspiran a tener un policía acorde a los tiempos.

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho