No es necesario fomentar el terror para despertar bondades, ni es necesario hacer el ridículo para invocar simpatía. ¿Por qué no hacer algo por amor a lo bueno, a lo limpio del recuerdo, como homenaje a quienes nos antecedieron? Hoy, lo único bueno para ellos es el real y sincero deseo de paz eterna.
No podemos seguir importando basura, ¿no es suficiente las violencias, las inconciencias, las faltas de fe y las incertidumbres y esos propios brotes de incultura que rodean nuestra alma, para estar preocupados de copiar el cómo es que ellos hacen lo malo, para dejar a la vista, nuestras incapacidades de crear, hasta llegar a someternos emocionalmente a los que no sólo nos manejan económicamente sino que nos azuzan hasta que nos autosaturamos de sus tradicionalismos que logran vendar nuestros ojos de nuestra conciencia de Patria. (Las potencias nos picanean con las aprobaciones de esos, sus serviles criollos que históricamente han ejercido mercenariamente ese agrio-espionaje contra sus propias raíces, latigando en este caso del halloween (entre tantos), a las más tiernas y frágiles sensibilidades, para asegurar el sometimiento al servicio del consumismo de lo idiota.
Si sociólogos, psicólogos, educadores, autoridades religiosas, políticas, policiales y progenitores se preocuparan de estos detalles con la mitad del interés que le dan a su partido de fútbol, la corrección de esos detalles se notaría…
Para tener presente: La velocidad del desarrollo social tiende al arrastre proporcional a la velocidad heredada…, en lo positivo y negativo.
El mundo siempre fue globalizado; el detalle está en lo que ignorábamos. Por ende se desprende lo global no hiere ni mata, cuando lo regional tiene o crea el cómo y el con qué defenderse de esas invasiones: Cuando a un pueblo le infiltran la fe, puede decirse que está irremediablemente vencido.
¿Será por eso que cuesta tanto ser chileno?
¿Tanto cuesta ser Magallánico de verdad…?

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho