¿Copiar o no copiar? Ni pensarlo dos veces; resulta mucho más fácil copiar lo que algunas veces nos hace ver inteligentes entre tontos.
Copiar, calcar, imitar, piratear, remedar, plagiar, falsificar, adulterar y robar inteligencia, es uno de los rasgos naturales y necesarios para la supervivencia y el desarrollo cultural de la especie; claro, siempre que se realice con autorización del poder de turno, o financiado por capitalistas o mafiosos; en algunos casos se puede llegar hasta ser héroe (el espionaje industrial es una ciencia). Gran parte se nuestra pobreza y subdesarrollo económico tecnológico es culpa de esos incontables héroes que han pasado como langostas por nuestro suelo; y se les ha aplaudido como hacen los monos, con cara de imbéciles. Copiar para presumir de inteligente, para estimular la vanidad, cubrir la ignorancia u obtener reconocimientos inmerecidos, es un acto de mal gusto, (cuado te llega la rocha, como copiar plazas de la paz). Copiar la importada estupidez luminosa no suele ser un acto simple; los creadores de estupideces comúnmente logran el reconocimiento necesario al satisfacer ese apetito fundamental del desnutrido ego del consumidor débil, ya que estos se conforman o se deslumbran con poca cosa, pero en cantidades, ahora si el «postre» es con un buen discurso, (diciéndole floridamente al tonto que tiene fuerza), las ganancias quedan aseguradas porque mucha de la creación de estupideces suele hacerse con la protección de esas conocidas organizaciones de inteligencia que emplean estos sistemas contra los débiles para entorpecer así su desarrollo de reflexión, para desadecuar y entorpecer la comprensión de la realidad, encegueciendo, y obligándoles a penetrar en ambientes falsamente alucinantes, en profundidades sibilinas destinadas a dañar y desordenar los naturales valores biológicos hasta lograr seres y gobiernos con una moral fofa, y fácilmente dependientes, para someterlos al más bajo costo posible: ésta es una se las formas de atacar y ablandar con la intervención política , económica, musical, religiosa, cinematográfica, y todas esas otras formas posibles de entromición con maniobras sicológicas…
Estas estrategias por lo general han sido desde siempre a largo plazo y su éxito se ha basado y se basa en nuestros días, en la captación de lo que la juventud de hoy llama «gomas» y que los antiguos llamaban «vendidos o serviles»; son esos fulanos los que normalmente acomodan su futuro egoístamente sin medir el daño que hacen, hicieron o harán a la Patria, a costa del desarrollo o el futuro de todos…(Ejemplo: la venta de tierras magallánicas amenos del valor de una botella de pisco la hectárea, (de Palena se escucha el eco) y ni un ministro vino de visita ni a la puerta de esta región, ¿quién se acomodó? ¿Quiénes se acomodaron? ¿Dónde están hoy? ¿Y el tema de los submarinos? ¿Y la compra del equipo de control electrónico para vigilar el trafico en Arica?). Bueno, y así para esos servicios de inteligencia estas estrategias no dan resultados, emplean entonces la regla del caramelo y la huasca…, «así aprenden los monos y el resto de los animales de circo». Analice su actual situación histórica, compruebe y compare como ha sido afectado o beneficiado con estas estrategias, usted y quienes le rodean, (la última estrategia, de estos días, se puede ver en la tele… con una coca-cola en la mano; así, usted también coopera con la obra).
Toda esta historia partió con el verdadero objetivo de la llegada de Colón: EL ORO… LAS ESPECIAS… el primer trueque que inmediatamente produjo pérdidas: Oro, por cuentas de vidrio, esclavitud, pestes y la traumática interrupción del desarrollo natural, y la destrucción del patrimonio cultural. Hoy, las cuentas de vidrio, tienen diferentes formas que no han dejado de ser lo mismo, que se traducen en dependencia económica, en un subdesarrollo cultural. (¿Por qué cada vez que Chile hace negocios siempre perdemos nosotros? ¿Ha pensado usted de dónde sacaremos dinero para comprar todas esas ofertas que llegaran por el sistema de libre comercio? ¿Por qué se perdió el concepto del ahorro de divisas? ¿No cree usted que esto se esta convirtiendo en un basural? ¿Qué van a decir las gallinas cuando vean que los huevos están llegando fritos desde afuera?). Total, las cuentas llegan hoy por correo, sin más rostro que el del humilde cartero, ¿y dónde están esos que tramitaron las ventas? ¿Sería bueno invitar a un ministro a beber del mismo trago amargo que bebemos mes a mes el común de los ciudadanos cuando se nos usurpa dinero al amparo de la amenaza legal? De estos asuntos, jamás se escucha un discurso en campaña electoral, o la opinión de algún eminente dando una explicación de esta verdad en algún hemiciclo natural, en forma clara y seria…En realidad, es más fácil depender de… y obtener a cambio de las riquezas naturales… una relativa capacidad de consumo de todas esas baratijas que la única utilidad que producen es cesantía; ¡Por favor señores! ¡Porotos de España! ¡Papas fritas de Europa!.. Eso, no es falta de inteligencia, sino más bien falta de honestidad enchapada en todos estos silencios sometidos al discurso de los serviles. La flota pesquera; jamás ha dejado de ser menor; la foránea flota mayor, viene vacía y se va satisfecha; cuarenta mil millones de dólares de capital había no hace mucho tiempo bajo este mar que Dios nos dio; (si eso dicen, con seguridad que es más del doble esa cantidad), ¿dónde está ese capital? Simple, se hizo whisky se hizo plástico… papas fritas, frijoles…, se hizo mierda. En fin …, es tiempo de pensar que preferir lo nuestro, es optar por lo que somos capaces de crear, lo que somos capaces de copiar, lo que somos capaces de inventar, lo que somos capaces de «piratear». Y de esto, la regla de oro es que no debemos robarnos inteligencia entre nosotros, la inteligencia nuestra debemos compartirla e invertir en ella. Lo menos que podemos hacer, es aprender a consumir lo que producimos; sólo así pasaremos la crisis que viene. Después de toda esta ensalada cabe preguntarse ¿qué es la inteligencia?, bueno, dicho en forma burda: inteligencia es el potencial biológico que nos permite procesar información de una determinada manera o forma, para saber hacer, cuando no se sabe o no saben qué hacer; más simple aún, es aplicar el conocimiento o experiencia, para enfrentar al problema; y así, las soluciones se pueden obtener en forma inmediata con satisfacciones positivas aunque sin llegar «en todas estas veces» a ser una solución definitiva… pero, honestamente acorde con nuestras limitantes. Pero, cuando la brillantez política de esa solución es normada bajo la regla del «pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana» es cuando se riega la raíz misma de la frustración. Lamentablemente este tipo de solución es el que mayoritariamente se ha sistematizado históricamente, y hoy, el problema del desarrollo y la tecnología, es el más grande que enfrentamos.
Y la supervivencia con dignidad, sólo se obtiene desarrollando la inteligencia: ¿Sinceramente, somos inteligentes? Si no nos respetamos, realmente no somos inteligentes. A este ritmo, en no mucho más de un siglo veo chilenos corriendo piluchos por cerros, medio muertos de hambre y sed con un celular sin batería como collar de adorno atado de cualquier saliente del cuerpo…y arrancando de esos invasores que los atacan guiados por lo «serviles gomas», para matarlos y hacerlos charqui para perros. Bueno, eso no es novedad, esta película hace años que se está rodando a vista y paciencia. Cuando las soluciones se convierten en agresiones planificadas, el ciudadano queda autorizado por las leyes naturales de la supervivencia, para despojarse de la corteza de la tolerancia. En relación a este asunto del cargo fijo, a simple vista se puede decir, sin ánimo ni la intención de ofender, que se siente y se vé que el asunto ha sido manipulado lejos de la honestidad. La reparación de ese daño debe hacerse antes que estalle, no se puede abusar con tanto desparpajo. Si este mundo es el mejor de los mundos posibles…según Leibniz. Magallanes es el paraíso que día a día destruimos con muestras actitudes egoístas.
TODO POR LA AUTOMONIA POLITICA Y ECNOMICA DE MAGALLANES
Antonio S. Deza González