El sentimiento de unidad nace espontáneamente de la necesidad de satisfacer necesidades comunes. O sea, la unidad es el fluido adherente que tiende naturalmente a juntar (a reunir) por afinidad de valores, (a veces positivos, a veces negativos, por supuesto de acuerdo al cristal; en este caso, en el buen sentido que el término encierra. Y si la razón de esa afinidad es una vedad, la suma resultante es la base de una verdad común que debiera no considerar ideologísmos simplistas (egoísmos), ni intereses particulares que siempre resultan terreno fértil donde las malas pasiones florecen junto a otras especies de igual raíz).
«Las sociedades débiles que estimulan y aceptan la cultura del individualismo, son más fáciles de dominar, absorber y destruir, (carecen del don de la unidad), de ahí él y los dueños del poder en colusión siembran estas semillas que dan el fruto de la
inmiscibilidad que envenena eficazmente los intentos de unidad no sólo de los más débiles, (por pequeño que sea el poder, enceguece hasta destruir los sentimientos de región y patria; y también familia). Cuando bandos contrarios se unen espontáneamente por el bien común, construyen el puente a la cordura: ahí, nace la unidad.»
La protesta contra la disposición que obliga a instalar en los vehículos patente de color roja para salir de la región, intentó usar el sentimiento regionalista para lograr el objetivo. Se escucharon voces en alto tono, al mismo nivel que en otras ocasiones para defender intereses específicamente individuales. A modo de ejemplo puede decirse con sinceridad que es vergonzoso el silencio político que se escucha frente a la abusiva actitud de las empresas de servicio en su relación a su sistema de cobro; siempre se escudan en la ley: “la ley dice”… y punto. Todo al amparo de esa ley hecha a sus medidas, a la medida de lo que a simple vista es usura.
Si la protesta contra la patente roja no tuvo eco, es simple: no todos tienen automóvil, y todos los que tienen automóvil o no tienen los recursos o interés en salir de la región; por último, tienen el dinero para pagar en la municipalidad.
En el caso de los consumos básicos todos hacen uso de ellos por necesidad, pero la protesta en contra de ese abuso puntual no funciona porque: o bien no hay líderes, o estos tienen resuelto su problema de ingresos, o ese problema no incide en los resultados electorales.
Es humillante escuchar el repique de la charlatanería pretendiendo hacer creer que a la masa de incógnitos (que ellos llaman pueblo), se le puede manejar y condicionar para que reaccione en determinada dirección acorde con las mezquindades, (o con una cantidad exacta de piscolas y al ritmo de las cumbias).
Y, cuando intentan una explicación sobre el tema, utilizan formas simplistas y demagógicas para redondear las filudas aristas de la realidad, ofreciendo limosnas, o envolviendo el complejo problema en arrogancia y retóricas incomprensibles que sólo generan inseguridad e impotencia que a tantos lleva a la desesperación o a la peligrosa indiferencia, hasta la renuncia de hacer uso al sagrado derecho de la libertad de expresión… (¿miedo?).
Ninguno de estos tejedores de los rincones, entiende que Magallanes es una realidad diferente, ellos no son de acá y si lo son no lo sienten y por último, quién se calienta con Magallanes. No todos los magallánicos tienen las regalías con que algunas leyes benefician a unos pocos. (¿Y la igualdad ante la ley?).
En estas situaciones en que los afectados siempre son los más débiles, no se escuchan las tronantes voces, (excepcionalmente en tiempo de elecciones). Solamente se sienten humildes lamentos, que esa soberbia no escucha.
Los esquilados finos no reclaman, ellos rumian saboreando sus sagrados beneficios, garantías y privilegios financiados con el sudor de los incógnitos. (Cada cual busque la respuesta en su conciencia regionalista).
Si se tiene en cuenta el refrán: “con dinero se compran huevos”, fácilmente se llega a la conclusión de que con dinero es posible adquirir y manejar conciencias indefensas y a las conciencias prostitutas.
Si los humildes fueran dueños al menos del concepto real de que se tienen a sí mismos, y que la más grande fortuna que poseen son ellos mismos y el derecho a unirse, el drama podría tener un final digno. Pero no siempre, lamentablemente, la posición del dominado da garantías de lealtad común. A los dominantes les es fácil defender acuerdos o arreglos comunes (con el estómago lleno), sin considerar a nadie que esté fuera de su círculo. De ahí que para los más vulnerables, intentar actos de unidad es casi imposible: la limosna se recibe por separado “individualmente”, según como y cuantas veces incline la cabeza, cuantos hijos se conviertan en delincuentes y busquen la vía de escape en la droga, cuanta hijas entre el circulo vicioso, cuantos padres abandonen el hogar, o hechos mierda por el trago y las drogas transformen ese modesto hogar en un infierno. Intentar la unidad con el estómago vació y depender de la limosna diaria para la sobrevivencia, es uno de los escollos más grandes para superar la pobreza. Ellos, están en el círculo negro de este sistema que diariamente remarcamos con la indiferencia. Cuántas veces se escucha: “-A esos no hay que darles nada, todos son unos flojos de mierda”; “-Deberían castrarlos para que no tengan más crías”; “-Mucho les dan todavía”; “-Todos estos piden para puro tomar”; “-Ese problema no va terminar nunca, siempre ha habido y habrá pobres; qué puedo hacer yo”; -Esa es la ley natural, dicen los déspotas.
(Cada cual busque en su conciencia la respuesta regionalista).
Los hombres indiferentes, los que desobedecen las órdenes de la conciencia social, son los culpables de tan lamentable tragedia. Y ellos, los culpables, por lo general gobiernan (gobernaron o gobernarán), o sea dueños del dinero, o testa de fierro de los invasores globalizantes, o mendrugueros, o ineptos zalameros de los ejecutivos de la industria politiquera.
Duele decir esto de mi patria; más duele decir esto, de mi región. En realidad nos hemos apartado de la razón natural de nuestra existencia, razón natural que jamás ha dejado de actuar en sí, tanto para felicidad o desdicha humana, como para opresión o emancipación. El mensaje de la naturaleza, se recibe en la piel, y es ahí donde quedan las marcas de servidumbres y liberaciones, triunfos y derrotas, afectos y traiciones, logros y frustraciones que se trasvasijan de generación en generación de alma en alma de piel en piel transportados en la sangre… (He ahí la herencia, el presente y el futuro).
Los dominadores han hecho, han construido, han planificado un perfecto sistema de mierda, en el que nadie entiende de qué se trata la unidad, y nadie comprende que con la unidad es posible lograr lo inmediatamente posible para vivir estos instantes de vida en forma digna. Los dominadores han logrado técnicamente destruir el alma de la unidad. Han convertido el pan en cemento, el sudor del trabajador en lágrimas de desilusiones, han prostituido la dignidad de la inocencia, el odio en aire, la esperanza en desesperanza ciega… la vulgaridad en excelencia lujosamente ataviada en ignorancia, y a su dinero lo han convertido en su dios.
Y hoy nuevamente claman a los indecisos y a los independientes. Ellos, los convocantes son pocos, como los arrieros, pero las bestias son muchas. Ellos claman puerta a puerta hoy, cuando la inmensa mayoría del pueblo está sometida casi sin remedio al conformismo y la obediencia.
Si no se es dueño de la superficie libertad interior para lograr ir al límite de lo que se puede decir, hacer, de lo que se puede lograr, es evidente que se carece de esa potencia natural que posibilita sobrepasar los límites de lo que se puede. Esa potencia se puede definir como fe. Fe que da el “agenciamento” del pensamiento, primero individual, seguidamente colectivo, camino lógico a la autonomía interior y exterior. Quienes producen el discurso sobre autonomía falsamente racional pretendiendo una verdad común, aquellos son verdaderamente dueños de una farsa (su alimento básico).
Cuando se es libre, la comunidad respira libremente y potencia la unidad. Quienes proclaman libertades alimentándose de la impotencia de quienes quieren liberar, a quienes les niegan la autonomía, por tenerles alienados pasan a depender de la dominación.
Y el dominador define, sitúa y califica a los demás en amigos y enemigos sobre el mapa del poder a conseguir o conservar con la lógica de sus intereses.
La solidaridad, es sinceridad, es el todo noble de las relaciones posibles entre todos los seres. La solidaridad, es el carácter ilimitado de las relaciones humanas; (si no comprendes, detente y mira las bestias). Unidad no significa uno, sino, todos uno. Ser uno más en el todo, es la formula para lograr la autonomía política y económica de Magallanes y construir un mundo digno propio, antes que las mareas nos inunden.
Es posible que estas líneas no sean de agrado de algunos, pero es tiempo de enfrentar la realidad para intentar vivir en paz.
Si no comprende, revise su conciencia regionalista.

¿Cuántos cuesta pagar
sinceramente en conciencia
un impuesto a la conciencia?

Dios proteja a Magallanes.

Antonio S. Deza González, Director

El Fortín del Estrecho